Cristóbal Montoro premiará a las comunidades autónomas que asuman las 217 medidas incluidas en la reforma de las administraciones presentada por Rajoy. El ministro de Hacienda permitirá un techo de déficit público más alto a los gobiernos regionales que sigan las pautas de la reforma.

El recetario del Gobierno para lograr que las comunidades autónomas ahorren adolece del defecto de dejar a su libre albedrío la aplicación de las 217 medidas. Lo que se espera de un gobierno que tiene mayoría absoluta y claridad de ideas (esto último no está acreditado) es que haga uso de la jerarquía y obligue al resto de entes públicos a aceptar sus preceptos. El margen de autonomía que tienen los gobiernos regionales es muy amplio, así que para respetar su marco de actuación no se deben lanzar centenares de propuestas, porque muchas de ellas invaden la competencia de las comunidades autónomas, sino fijar tres o cuatro parámetros generales y exigir de manera inflexible su cumplimiento. Una vez presentado el plan del Gobierno, el ministro de Hacienda tiene que ingeniárselas para seducir a los barones territoriales, y por eso anuncia un techo de déficit flexible para los gobiernos dóciles.

Hay un principio en economía que dice que los agentes responden a los estímulos y eso vale tanto para el consumo de las familias como para la actuación de los gobiernos. Si Cristóbal Montoro otorga medio punto más de déficit a las regiones que prescindan de sus variados observatorios, vendan algún edificio y cierren un par de chiringuitos, tal vez se verifique el trueque. El problema es que ese comportamiento no es serio. El Ministro de Hacienda tiene establecer unas pautas de equilibrio presupuestario, y cada gobierno regional verá si quiere tener televisión, embajadas, selecciones de fútbol con la bandera regional o una unidad canina de elite. Valen las políticas más estrafalarias con tal de que el déficit anual y la deuda acumulada sean las que marque el Gobierno central y se hayan remitido a Bruselas. Cristóbal Montoro ha seguido la ruta opuesta, y ahora tiene que ofrecer azúcar para que los barones autonómicos sacien su bulimia. El mismo ministro de Hacienda que nos conmina a ver como normal los escándalos de la Agencia Tributaria quiere inventar el déficit de doble asimetría: un eje para Cataluña y el otro para los niños buenos. Esto va a acabar mal.