La expectación creada en torno a las explicaciones que iba a dar Mariano Rajoy sobre Bárcenas en el Congreso de los Diputados quedó defraudada. El presidente del Gobierno no rectificó su línea argumental, que es la misma desde que saltó el escándalo: negar de plano todas las evidencias y añadir, como novedad, su error por depositar la confianza en el extesorero. Los portavoces de la oposición atacaron frontalmente al presidente que no piensa en dimitir.
Ante la opinión pública española siguen coexistiendo dos premisas irreconciliables: las tremendas revelaciones de los apuntes contables de Bárcenas, aderezadas de la familiaridad en el trato del presidente con el extesorero, y las declaraciones terminantes del presidente de un gobierno democrático que cuenta con la mayoría absoluta del Parlamento. El pulso dura ya seis meses, pero una de las dos premisas acabará derrumbándose. Del debate se puede deducir que la solución no llegará a través de una crisis política, cediendo Rajoy la presidencia a otro miembro de su grupo, de modo que la salida vendrá de la Audiencia Nacional donde se instruye el sumario en el que está imputado Luis Bárcenas y donde depositó las pruebas acusatorias. Resta por saber si las cosas se acabarán poniendo feas para la cúpula del PP o si todo quedará anulado o reducido a un tema menor.
¿La efigie ciega de la Justicia será favorable al presidente o al presidiario? Llevadas las cosas hasta ese extremo, el sentido común dicta que Rajoy ganará la partida al extesorero, pero una cosa es la verdad judicial y otra la social. Tras un escándalo tan corrosivo es difícil imaginar que el PP no perderá el apoyo de muchos votantes. Puede que el “caso Bárcenas” quede reconducido, pero es muy complicado que Rajoy salga indemne de la prueba. Desde que apareció el extesorero envuelto en la investigación judicial del “caso Gürtel”, la dirección del PP y el Gobierno no pudieron maniobrar de una forma más torpe. Cuesta aceptar que un partido con mayoría absoluta haya quedado tan al albur de la investigación de las cuentas bancarias suizas y de las embestidas de Bárcenas. En el Estado hay tres poderes, pero el Ejecutivo y el Judicial dependen del Parlamento, así que ni los fiscales son versos libres ni un juez interino es Sansón. Sólo un presidente tan irresoluto como Rajoy es capaz de quedar paralizado ante esa amenaza.