Todo lo que está sucediendo en el Ayuntamiento de Cudillero, en este mandato, no tiene precedentes en la vida municipal española. En dos años se han producido cinco investiduras de alcaldes, todos del PSOE, y uno de ellos (Luis Fernández Garay) por dos veces consecutivas. Alguno de los ungidos (Ignacio Fernández) no iba en la lista electoral, siendo reclutado por el partido en la calle y haciéndolo alcalde a través de un procedimiento tan complicado como torticero: tras la renuncia de todos los concejales socialistas a la Alcaldía dejando el camino libre para que Ignacio Fernández presida el Ayuntamiento sin haber sido votado por ningún ciudadano. Por dos veces, el Tribunal Constitucional (TC) anuló las investiduras, volviendo Luis Fernández Garay e Ignacio Fernández a su condición de concejales. El último paso dado por el grupo municipal socialista tiene visos de insumisión al convertir en alcalde a Fernández Garay a los quince días de que una sentencia del TC lo hubiera invalidado para el cargo.
Esta estrambótica secuencia se produce en una corporación municipal dominada por la mayoría absoluta socialista y sin que intervengan los grupos de la oposición en tan irracionales decisiones. Un curso político cocinado con dos ingredientes: las sorprendentes iniciativas socialistas y los consiguientes varapalos del TC.
LABORATORIO
Para analizar lo sucedido hay que desenmascarar la argumentación socialista sobre el supuesto embrollo jurídico en el que han metido al Ayuntamiento los recursos de la oposición. El Ayuntamiento de Cudillero tenía una estabilidad política sólida y unos alcaldes legalmente investidos. Esta afirmación vale tanto para Francisco González, como para su sucesor, Gabriel López, una vez que Francisco González fue elegido diputado. A partir de aquí, la dirección socialista de Cudillero tomó decisiones disparatadas, contrarias a la lógica democrática, para que ocupara el cargo de alcalde una persona de su absoluta confianza. Las sentencias del TC, rechazando el proceder del PSOE, llevaron a los socialistas al esperpento de contar con sólo dos concejales electos de un grupo de siete ediles. Hay un alcalde que ha sido invalidado para el cargo por el TC y una mayoría de concejales que no pasaron por las urnas.
Ante este escenario, el número dos de la Federación Socialista Asturiana (FSA), Jesús Gutiérrez, manifestó que “quienes quieren enfangar y hacer de Cudillero un laboratorio jurídico son PP y Foro”. Tras todo lo dicho es evidente que el fango lo pone el grupo que gobierna y el Ayuntamiento de Cudillero no es ningún laboratorio, sino un caso superlativo de retorcimiento de las estructuras democráticas para convertirlas en poder de una camarilla.
Quieren presentar ante la sociedad asturiana como algo normal que un alcalde invalidado por el TC pueda acceder nuevamente al cargo gracias al artificio de no presentarse a la investidura y siendo elegido automáticamente por el hecho de encabezar la lista más votada. Según Jesús Gutiérrez, así “hemos cumplido con la sentencia y con la ley”. Sabe perfectamente el dirigente socialista que el TC va a volver a anular la investidura de Fernández Garay, pero los socialistas habrán ganado tiempo y mandan un mensaje inquietante al resto de grupos: digan lo que digan los tribunales nosotros mantenemos el alcalde.
EL AVAL DEL PODER
En definitiva, el problema no es jurídico, sino político, y tiene que ver con las relaciones entre la dirección socialista de Cudillero y el grupo municipal, y entre la dirección socialista de Cudillero y la FSA. No es fácil conocer la razón concreta por la tuvo que esperar la camarilla de Cudillero a la catarata de renuncias y a la dimisión de ediles para contar con un alcalde de su confianza. Recurrir a un proceso de ese tipo implica un coste político indudable, pero por alguna razón sopesaron que era menos oneroso el coste a pagar que el riesgo a vivir un proceso político sin tener todos los cabos atados. ¿Qué pensaba Francisco González cuando dejó la Alcaldía? ¿Eran conscientes de que no les iba a valer todo el grupo municipal y qué tendrían que recurrir a un funcionario ajeno a la candidatura?
Mucho más sorprendente son las tragaderas de la FSA ante el escándalo de Cudillero. A Javier Fernández nunca le gustaron las estridencias ni las actuaciones políticas que contravinieran la lógica democrática o las decisiones de los tribunales. En trece años al frente de la FSA no hay precedentes de haber aceptado situaciones irregulares. Por eso resultan tan extrañas las declaraciones de Jesús Gutiérrez y el papelón de la FSA convalidando las decisiones de los jerifaltes de Cudillero. ¿Por qué la FSA tiene que cerrar filas con Francisco González? ¿Qué razón oculta existe para que el poderoso socialismo asturiano tenga que dar por bueno la formación de un grupo municipal nacido fuera de las urnas?
En el pequeño solar de la política asturiana llama la atención el interesado silencio de los aliados del Gobierno regional. IU y UPyD, tan dados a hacer declaraciones por cualquier asunto anecdótico, asisten como convidados de piedra a la degradación del Ayuntamiento de Cudillero, donde las altas y las bajas, investiduras y renuncias, corren por cuenta de su socio prioritario. ¿Esta es la transparencia que predica el bloque en el poder? ¿Cuándo conoceremos la verdad?