Álvarez-Cascos estudia pedir responsabilidades a los dirigentes socialistas por las decisiones del Ayuntamiento de Cudillero, que según el líder de la oposición constituyen un ejemplo de rebeldía ante las sentencias de los tribunales. Para el ciudadano medio ver cómo el Tribunal Constitucional (TC) anulaba la investidura de Fernández Garay, como alcalde de Cudillero, y quince días después la mayoría municipal le devolvía el bastón de mando es un caso de insumisión. Las sutilezas jurídicas sobre la forma de convertirse en alcalde, en la primera ocasión presentándose a la investidura y la segunda accediendo al cargo por ser el cabeza de la candidatura más votada, no le dicen nada. Que Fernández Garay no pueda ser alcalde si lo reclama de una forma activa (optando a la investidura) y sí pueda serlo si opta por la pasividad (saltar de concejal a alcalde por el simple hecho de encabezar la candidatura), es una interpretación tan retorcida que el TC no va a sucumbir ante tamañas muestras de filibusterismo. Fernández Garay no fue nunca cabeza de candidatura, sino que una maniobra torticera, basada en las dimisiones forzadas de concejales realizadas en el mismo pleno que fue elegido alcalde por segunda vez, lo dejó en primer lugar. Espero que el TC restituya la lógica democrática.
No se puede actuar judicialmente contra los concejales socialistas de Cudillero porque se basaban en un informe del secretario general del Ayuntamiento que les cubría las espaldas. En todo el carajal de Cudillero la verdadera responsabilidad es política y se encuentra repartida entre la dirección municipal y la Federación Socialista Asturiana (FSA). Las maniobras del grupo socialista son un verdadero escándalo, aunque lo más llamativo no es el proceder de un pequeño grupo local que lleva más de veinte años con mando en plaza, sino el aval extendido por los dirigentes que gobiernan la región a las maniobras de la camarilla del lugar.
En el discurso inaugural de la Feria de Muestras, Javier Fernández leyó un discurso basado en el concepto de “normalidad democrática”, al que le dio una visión muy personal. Cosas que hacían Ángela Merkel y Rajoy no eran, según el presidente del Principado, un ejemplo de normalidad democrática. Hace falta saber si el carajal de Cudillero es para Javier Fernández una muestra de normalidad democrática.