Los antiguos socios de Javier Fernández consideran que será muy difícil votar a favor del proyecto presupuestario del Principado. El coordinador general de IU recrimina la postura del Gobierno regional de realizar discursos de izquierda, como operación de imagen, para pactar luego con la derecha. Manuel González Orviz alude, implícitamente, al voto conjunto de PSOE, PP y Foro contra la reforma electoral, como alineamiento del socialismo con la derecha. Para una fuerza nítidamente de izquierdas, como es IU, lo que debería resultar intolerable no es tanto el voto sobre la reforma electoral, un asunto que no se puede ver en clave ideológica, sino la contradicción insuperable que supone pronunciar discursos socialdemócratas, como ha hecho el presidente del Principado, enarbolando la sacrosanta defensa de los servicios públicos y poniendo con máxima prioridad la creación de empleo, para luego practicar un ajuste en los servicios públicos, en línea con el efectuado por Rajoy, y ralentizar la aplicación de los planes de empleo. En excesos retóricos incurren todos los gobernantes, pero superado un determinado nivel, los excesos se convierten en demagogia. A IU le deberían causar más prevención los actos del Gobierno que el voto socialista en la Cámara.
Rosa Díez acusa al Principado de haber sometido a un chantaje a UPyD. Si la lideresa no lo aclara bien, habrá que tomar también la frase como un exceso retórico. Me cuesta creer que Javier Fernández haya chantajeado al grupo de Rosa Díez. En su discurso, la máxima dirigente de UPyD desveló que el presidente asturiano les había ofrecido cargos cuando negociaron el acuerdo de legislatura. Ofrecer cargos en una negociación en la que está en juego la investidura de un presidente y la formación de un nuevo gobierno no es ninguna práctica censurable, sino una forma habitual de alcanzar acuerdos en las instituciones. Aceptar o rechazar la oferta no tiene nada que ver con la ética, sino con las estrategias políticas.
Otra cosa es que Rosa Díez se encuentre decepcionada con el proceder de los socialistas, que impulsaron la reforma electoral, apoyaron el dictamen sobre la proporcionalidad del voto, para desentenderse al final porque el centro-derecha no lo aceptaba. PSOE y UPyD tenían que haber aclarado que significaba una “mayoría reforzada”. ¡Ay, los malos entendidos!