Lacónico, autoritario, imperativo, por encima de las instituciones y por debajo de la democracia: “habrá presupuestos”. Así habló Gabino de Lorenzo, delegado del Gobierno en Asturias, máximo responsable de la Administración central en la comunidad autónoma, dispuesto a meterse hasta la cocina de la Junta General del Principado, sin preguntar a los diez diputados del PP, sin esperar a que hablen los órganos de dirección de su partido, sin conceder el margen de respeto que merece Mercedes Fernández, presidenta del PP y presidenta del grupo parlamentario, sin que haya atisbos de negociación entre su grupo y el Gobierno, como sólo lo sabe hacer el ex alcalde de Oviedo cuando hay que convertir en realidad los deseos del PSOE: habrá presupuestos.

Javier Fernández gobernará con su propio proyecto, porque De Lorenzo ya advirtió que la condición para el acuerdo era que el Principado respetara el ajuste fiscal marcado por Rajoy, y en ese aspecto hay que reconocer que el Gobierno de Javier Fernández es riguroso y diligente, ya que si hace falta gobierna con superávit el año entero. A De Lorenzo no le preocupan el déficit social ni el relanzamiento de la actividad económica, talón de Aquiles del Gobierno socialista, sino el ajuste fiscal. Gabino examina la actuación del Ejecutivo y al detectar sus puntos fuertes los fija como condición para el pacto. Es el profesor que indaga las preguntas que estudió el alumno y, a continuación, se las pone en el examen. De Lorenzo no demanda que Javier Fernández baje los impuestos o recorte el sector público (exigencias de Mercedes Fernández); sólo necesita que el presidente del Principado le mande el documento con los presupuestos para que los diputados del PP lo firmen. De Lorenzo no negocia ni exige, se adhiere. Sentado en el sillón con más líneas de teléfono de Asturias, Gabino de Lorenzo, veinte años alcalde de Oviedo, se ha convertido en el gran poder fáctico dentro del PP astur.

Si se mira en perspectiva, de todas las historias de partidos políticos, la más triste es la del PP asturiano, siempre perjudicado, machacado y degradado por caciquismos y guerras de banderías. Pudo remontar con Sergio Marqués y se frustró. Pudo ganar y gobernar con Cascos y se malogró. Si Mercedes Fernández no lo evita está a punto de caer en la sima más profunda, liderado por un señor sin competencias, convertido en ángel de la guarda de Javier Fernández.