¿Qué ocurrió para que las instituciones autonómicas pasasen de estar regidas por una plácida mayoría parlamentaria al completo aislamiento del Gobierno socialista? Un cambio radical en un lapso mínimo de tiempo, que no se puede justificar sólo por el disenso sobre la reforma electoral -aunque este asunto haya sido el fundamental-, sino por la incapacidad del Ejecutivo socialista de converger con otras fuerzas políticas.
Con el rechazo unánime de la oposición al presupuesto del Principado lo que quedó en evidencia no es ya la ausencia de aliados del Gobierno regional sino la dificultad que tiene de negociar con otros grupos los términos en que se plantea un proyecto de ley a la Cámara. Se puede entender que no hubiese 23 diputados dispuestos a votar las cuentas, pero no que los cuatro grupos de la oposición planteasen enmiendas a la totalidad. El Gobierno de Javier Fernández se mostró tan refractario a las propuestas del resto de grupos que no hubo un proceso de negociación -con intercambio de información, valoración de propuestas-, sino una mera ronda de contactos protocolarios, como trámite formal antes de enviar los presupuestos a la Cámara.
Tratar de ganar el favor de la opinión pública pidiendo que el resto de partidos se adhieran a sus cuentas, sin haber concedido la posibilidad de discutirlas (los socialistas no enseñaron su proyecto de presupuestos ni a IU ni a UPyD), es un ejercicio de prepotencia que no concuerda con la reducida cuota parlamentaria sobre la que se apoya el Gobierno.
EN MINORÍA
Cuando el proyecto de presupuestos del Gobierno de Foro fue rechazado, los tres grupos de la oposición no hacían otra cosa que culminar la actuación política iniciada desde el primer día del mandato, al abstenerse de apoyar la investidura de Álvarez-Cascos, formar una alianza, PSOE-PP, para hacerse con el control del Parlamento, arrebatar al Gobierno la gestión del sector público, y, como remate final, tumbar los presupuestos.
Sin embargo, la trayectoria del Gobierno socialista fue muy distinta, con el respaldo de IU y UPyD a la investidura de Javier Fernández, apoyo a todas las normas y adhesión a los presupuestos de 2013. Con esos antecedentes, recibir cuatro enmiendas a la totalidad sólo se explica por la cerrazón del Ejecutivo a buscar acuerdos. Al quedar en minoría en el debate sobre el estado de la región, el Gobierno se dispuso a preparar la prórroga presupuestaria, escenario en el que nos encontramos.
En términos políticos se inicia ahora una etapa del mandato distinta, caracterizada por la posición de minoría en que se encuentra el Ejecutivo en la Cámara y la proximidad de las elecciones autonómicas; esta segunda característica es la que impedirá aprobar los presupuestos para 2015. Estamos abocados a dos prórrogas presupuestarias consecutivas en el último año y medio de legislatura, un periodo destinado al forcejeo entre Gobierno y oposición, que marcará la suerte en las urnas.
La tarea más urgente para el Gobierno es dotarse de un discurso, ya que es hoy día su mayor carencia. Desde que acabó el debate sobre el estado de la región se encuentra desorientado y sin saber qué mensaje transmitir a los ciudadanos. Estaba muy cómodamente instalado en la prédica de la “normalidad institucional” confrontándola con el periodo “excepcional” de Foro (la figura de Álvarez-Cascos es una auténtica obsesión para Javier Fernández) y al quedarse en minoría no sabe qué decir. Fruto de la desorientación, el presidente ha aludido recientemente a la anormalidad que supone un “gobierno cameral”, entendiendo por tal el traslado de las competencias del gobierno a la Junta General del Principado para que gestionen directamente los grupos parlamentarios, sin darse cuenta que eso fue exactamente lo que hicieron el PSOE y el PP cuando Foro estaba en el poder. Pretender olvidar el pasado más reciente es un intento artificial, abocado al fracaso.
NUEVO DISCURSO
Hasta la pérdida de los aliados, los dos argumentos utilizados por el Ejecutivo fueron la prioridad del empleo y la defensa de los servicios públicos. Es probable que vuelva a airearlos en cuanto queden atrás estas semanas de confusión, pero el tiempo no pasa en balde y no se puede repetir en 2014 lo que se decía en 2012, porque gran parte del dinero destinado a crear empleo no llegó a sus destinatarios por lentitud en la gestión de los presupuestos. En cuanto a los servicios públicos, basta mirar las listas de espera de la sanidad para darse cuenta de que estamos mucho peor que antes de empezar a gobernar los socialistas. Por no hablar de la gestión del salario social, el asunto más doloroso.
El Gobierno asturiano tiene que decidir qué papel quiere jugar y hacérselo llegar a los ciudadanos. Hasta ahora, el entusiasmo y la tristeza están provocados por los avatares del Gobierno de Rajoy y de su partido, alegrándonos cuando el PIB crece una décima y repunta el consumo, y escandalizándonos ante el calambre de la factura eléctrica o el registro policial en la sede central del PP.
Javier Fernández ya nos advirtió suficientes veces sobre la inquietante política de Ángela Merkel, ahora le toca ejercer de líder regional y hablar de lo cercano. Un gobierno autónomo es algo más que una oficina donde se distribuyen los recursos y se inspeccionan los servicios.