A 30 de noviembre, el Principado presentaba el déficit público más bajo de todas las comunidades autónomas, con la excepción del País Vasco, que registraba superávit. No conviene en este asunto mezclar a Navarra y el País Vasco, ya que tienen unos ingresos distintos al quedarse con el 100% de la recaudación fiscal. De los demás territorios sobresale Asturias, que cuando faltaba de un mes para acabar el año tenía el 0,28% de déficit público, mientras que la media de las comunidades alcanzaba el 1,26%. Con un pequeño esfuerzo añadido el ejercicio se cerraría con equilibrio presupuestario, que es el colmo de la perfección para aquellos que consideran la estabilidad presupuestaria la mayor virtud de las administraciones. A la vista de los datos, no se entiende por qué el presidente del Principado, el consejero de Presidencia y la consejera de Hacienda fueron tan críticos con el reparto de las cuotas de déficit entre regiones, realizado por Cristóbal Montoro, donde se le puso a Asturias la obligación de no exceder del 1,06%. ¿Si no llegamos al 0,3% al finalizar noviembre, para que queríamos más del 1,06% al acabar el año?
Para que no haya confusiones, una vez más vamos a decir que la reducción del déficit público es la primera obligación de todas las administraciones públicas en España, ya que se trata del principal compromiso asumido ante la Comisión Europea. El descontrol del déficit sería lo peor que nos podría pasar, porque engordaría la deuda y, volvería a crecer el paro. La reducción del déficit en Asturias es una excelente noticia. Distinta opinión merece el método para conseguirlo.
El dinero para planes de empleo no se consumió enteramente y las inversiones productivas se ejecutaron al 50%. En cuanto al salario social, tenemos una larga cola de beneficiarios que esperan dieciséis meses por su paga. Todas estas cosas ocurren porque la fórmula del Ejecutivo socialista para contener el déficit consiste en no gastar las partidas del presupuesto. Es un método rudimentario, que desvirtúa el propio presupuesto y no garantiza el futuro equilibrio de las cuentas. El Principado se pasa once meses ahorrando, aún a costa de orillar sus teóricas prioridades (empleo, cohesión social), para una vez asegurada la reducción del déficit tirar la casa por la ventana en Navidades, con reparto de aguinaldo por los colegios y prometiendo dinero a aerolíneas por promocionar el Principado.