Javier Fernández convocó al presidente de la Fade y a los secretarios generales de UGT y CCOO para compartir su preocupación por un mercado eléctrico sometido a terremotos legislativos que implican cambios en los costes industriales, en las condiciones de acceso a la energía y en el tratamiento de actividades como la cogeneración. El presidente del Principado invitó a sus interlocutores a reflexionar sobre el impacto en la industria, una problemática que está agudizada en Asturias donde residen tres de las cinco plantas españolas más consumidoras de energía.
La fragilidad de nuestra industria pesada –curiosa contradicción- reside más en los costes de producción que en la atonía de la demanda. El coste de suministro de la energía para ArcelorMittal, Asturiana de Zinc y Alcoa es un elemento clave para competir en el mercado. Buena parte del sector industrial asturiano también es intensivo en el consumo de energía. Esta problemática, bien conocida por empresarios y sindicatos, no ha calado en la opinión pública de la región ni, lo que es peor, hemos logrado transmitirla al Gobierno central. No es un asunto sencillo, porque el Ejecutivo está atrapado entre las exigencias del sector eléctrico –un lobby centenario- y la crispación de decenas de millones de consumidores, hartos de ver como el IPC se modera y la factura de la luz se dispara. El reto está en lograr que el modelo energético integre entre sus objetivos el suministro de electricidad para la gran industria a precios contenidos. Si un día se marchan las principales plantas industriales de nuestra región habremos cerrado un ciclo de siglo y medio, inaugurado con la extracción del carbón y clausurado de la mano de un ministro con apellido de provincias.
La novedad de la reunión estuvo en la asistencia de Pedro Luis Fernández, flamante presidente de la Fade. Los empresarios tienen mucho que decir en este asunto, como en todas las decisiones económicas de Asturias. A Pedro Luis Fernández y su equipo les corresponde implantar un nuevo estilo, una forma distinta de argumentar y relacionarse. Lo primero es romper el síndrome de insularidad: no estamos solos. En el País Vasco también hay plantas intensivas de energía, como el horno eléctrico vizcaíno, que consume más aún que nuestra cabecera siderúrgica. Y en Galicia, la producción de aluminio se concentra en una factoría que concentra el 5% del gasto eléctrico español. ¿Otra alianza?