El socialismo se ha enredado en el debate de las listas de espera, un asunto del que siempre salió chamuscado, porque sirvió para constatar flagrantes incumplimientos o para provocar huelgas en el sector. La publicación por EL COMERCIO de la dramática historia de José Antonio Fra (paciente que incurre en riesgo vital si en el plazo de dos meses no se le opera, y citado por el HUCA para ser intervenido dentro de nueve meses) ha llevado al consejero Faustino Blanco a decir que en Asturias no existe ese tipo de demoras.
En la propia web del Servicio de Salud del Principado (Sespa) aparecen 58 pacientes en las listas de cirugía cardiaca valvular (el problema de José Antonio Fra), con esperas entre 91 y 180 días, y otros 5 con más de seis meses. No es como para sentirse orgullosos, pero el consejero considera que las listas de espera van como una moto. Debió de resultarle muy humillante el ofrecimiento del Hospital de Valdecilla (Santander) para operar a José Antonio Fra en el plazo de tres meses. Arrastrado por los periódicos, Faustino Blanco realizó gestiones y le comunicó al paciente que el HUCA le operará antes de 90 días.
TALLER DE CHAPA
Sacudido el árbol de las esperas médicas, el flamante gerente del Sespa, Tácito Suárez, recoge las nueces, al proponer un plan de choque basado en que los quirófanos deben “empezar antes y acabar después”, aprovechando el “tiempo que nos sobra”. Una fórmula simplista que vale lo mismo para un quirófano que para un taller de chapa y se basa en una premisa que Tácito evitó hacer expresa: no dan palo al agua y esto se arregla poniéndolos a trabajar. No hace falta apelar a las horas extra ni al incremento de plantilla ni a incentivos económicos ni al aumento del concierto con el sector privado, basta con que alguien a pie de obra grite cada poco, “más deprisa, señores”, y el personal de bata, fonendo y bisturí intensifique el ritmo.
Es difícil encontrar unos fundamentos de política de personal más toscos. Recuerda a aquellos pequeños empresarios españoles de la década de los ochenta del siglo pasado que querían solucionar los estragos de la estanflación arengando a sus obreros para que trabajaran como japoneses. Por muy buena que sea la dotación tecnológica del nueva Huca, el verdadero capital de la sanidad asturiana está en sus recursos humanos. Y ese capital no se activa con lemas de baratillo.
La polémica de las listas de espera llegó a Javier Fernández, interpelado en la Cámara por Mercedes Fernández. El presidente dejó tres titulares: 1) tenemos las mejores listas de espera del país 2) los tiempos de demora se publican de forma mensual y 3) cuando se producen conflictos en Asturias se llega a acuerdos.
No recuerdo que en el ranking oficial haya estado Asturias alguna vez en lo más alto. En cualquier caso, asociaciones nacionales e independientes, como el Defensor del Paciente, en la memoria correspondiente al pasado año, dicen que “en Asturias se suaviza el número de pacientes el día antes de dar las listas y, luego, se los vuelve a incorporar pasados unos días”. Un truco muy burdo que permite a los gestores ocultar las carencias. Reclamar el oro olímpico a los pocos días de conocer el testimonio de José Antonio Fra es muy arriesgado.
Es cierto, los tiempos de demora se publicaban de forma mensual hasta el mes de septiembre en que se dejaron de colgar las esperas en pruebas diagnósticas y en consulta de especialista. La razón oficial es que hay un problema informático. La misma razón que impide aligerar la abultada lista de espera del salario social. Entre las originalidades del Principado está convertir la informática en un obstáculo.
Por último, la referencia a los conflictos. No debe el presidente del Principado alabar la forma de encauzar los conflictos en la sanidad. Aún están frescas las cicatrices de la última huelga de médicos, que tras más de tres meses de paro dejó las listas de espera en situación de colapso. Un conflicto al que no fueron ajenos el consejero de sanidad y el actual gerente del Sespa, con el empeño de recuperar “la libranza de los médicos tras las guardias”, algo que no sucede en toda España. También debía de estar ese asunto en su manual de política de personal. Con la brigada de bomberos de la cúpula de la sanidad asturiana no hacen falta pirómanos.
OVIEDO, GIJÓN
Las anormalidades de la sanidad asturiana podemos extrapolarlas a lo que está sucediendo en toda la región. Ahí está Roberto Sánchez Ramos presidiendo una comisión de investigación sobre el palacio de Calatrava, respaldado por Agustín Iglesias Caunedo. Vista la lista de comparecientes, me atrevo a pronosticar que los problemas de la visera del palacio (fija, no móvil) y del agujero financiero van a recaer en Álvarez Areces. Calatrava y De Lorenzo no tuvieron nada que ver. Areces va a pagar las facturas del Niemeyer y del Calatrava, mientras el resto come en la Zoreda.
¿Y qué decir del Ayuntamiento de Gijón? El alto funcionariado, punta de lanza de la oposición socialista, se ha venido arriba y cambia el guión de los plenos municipales con el arma de las incomparecencias y la negativa a hacer informes. Lo nunca visto. La oposición celebra que hayan bajado a la arena para ser juez y parte, y los ensalza como héroes de la revolución que se apresta a tomar el Palacio de Invierno. Ediles socialistas y funcionarios de nivel treinta están decididos a restaurar el viejo “establishment” gijonés.