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Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL CONTEXTO DE SUÁREZ Y EL PRESENTE

El reconocimiento a la figura de Suárez se expresa en el Congreso de los Diputados con toda la solemnidad de las ceremonias de Estado. Militares, a hombros, llevaron el cadáver del presidente al Parlamento, siendo recibido por los Reyes de España, el Gobierno, los máximos responsables de los órganos constitucionales (presidentes de las Cámaras, del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional), así como por los anteriores presidentes de la nación y por varios presidentes autonómicos. Horas más tarde lo harían los Príncipes de España. Máximas distinciones de la Casa del Rey (Toisón de Oro) y del Gobierno (Collar de Carlos III) para el finado, y una acertada decisión del Gobierno al dar el nombre de Adolfo Suárez al aeropuerto de Barajas, como hacen en otros países con los grandes hombres de Estado: Kennedy, Charles De Gaulle, etcétera. Junto al protocolo oficial, el masivo homenaje popular de miles de ciudadanos haciendo cola para despedirse del primer presidente de nuestra democracia.

De la obra de Suárez todos los políticos extraen consecuencias beneficiosas para su causa. Artur Mas realizó una extensa declaración, muy bien urdida, dando a entender que Rajoy debería comportarse como Suárez para dar satisfacción a las ansias de autodeterminación de Cataluña. Los portavoces del PP dicen que si ahora Suárez fuera presidente se comportaría como Rajoy. Dos dislates: ni Suárez concedería un referéndum de autodeterminación a Cataluña ni haría de don Tancredo como Rajoy.

Injertar la figura de Suárez en la actual vida política española es una pretensión artificial. El contexto es radicalmente distinto y las circunstancias determinan los comportamientos de las personas. Entre 1976 y 1981, el quinquenio en que Suárez estuvo en el poder, los líderes políticos venían de la nada y aspiraban a algo. Ahora llevan años ocupando todo el poder. En los años setenta del pasado siglo había un sentido de la unidad que abarcaba hasta a las fuerzas nacionalistas, y ahora en el Día de la Fiesta Nacional la mayor parte de los presidentes autonómicos no acuden a la invitación del Gobierno. En aquella época las direcciones de los partidos estaban condicionadas por las demandas de la opinión pública, y en el presente se comportan como si fueran empresas privadas. El diálogo y el consenso, que tan eficazmente gestionó Adolfo Suárez, habría que plantearlo, hoy, desde otras premisas.

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por JUAN NEIRA

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