El Principado ha aprobado la Ley de Buen Gobierno e Incompatibilidades. A la hora de valorar la norma conviene separar las dos partes. La regulación de las incompatibilidades es un acierto, porque debe haber un régimen claro sobre la separación entre las actividades públicas y privadas, así como el especial estatus que debe tener un ex alto cargo para evitar que en sus actividades profesionales se beneficie de la información y relaciones obtenidas a su paso por la Administración. Se pueden matizar contenidos concretos, pero las pautas propuestas son correctas para acabar con las ambigüedades.
Distinta valoración merece lo relacionado con el “Buen Gobierno”. Estamos en una época en que normas como esta tienen un gran predicamento en gobiernos y parlamentos. La clase política produce mucha literatura barata en torno a las prácticas virtuosas y las normas de la gobernabilidad, con un apartado especial para una palabra mágica: “transparencia”. Es curioso que la moda por los citados términos haya surgido tras la publicación de los “papeles de Bárcenas” o el impacto del “caso Renedo”. En la propuesta del Principado se dicen cosas tan interesantes y comprometidas como que se destituirá a los altos cargos de la Administración que no informen de actuaciones ilegales de las que tengan conocimiento. ¿Hace falta una ley para destituir a un sinvergüenza que enmudece bajo bandera de Asturias cuando tiene ante sus narices casos de prevaricación, cohecho o fraude? ¿Debemos pensar que no se destituye, en la actualidad, a todo cargo público que actúan de una forma tan miserable?
En la ley se tipifica como infracción grave “aceptar regalo, favor o servicio en condiciones ventajosas que vayan más allá de los usos habituales, sociales y de cortesía”. Cualquier ciudadano sabe que un cargo público no puede recibir regalos o servicios de los administrados o de las empresas. No es preciso legislar para destituir a un responsable público que reciba beneficios en especie. Ahora bien, si se legisla hay que ser mucho más claro. ¿Dónde se pone el listón de los usos sociales y de cortesía? ¿Estaba entre los usos sociales de la clase alta de Valencia la pulsera que regaló “El Bigotes” a la hija de Camps? En Asturias, mejor se dice que no se acepta ningún regalo, favor o servicio, por inocente que sea su apariencia, aunque bien pensado se trata de una formulación más propia de una ley de punto final.