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Juan Neira

LARGO DE CAFE

SEMANA PARA EL PESIMISMO

El doble dato conocido esta semana sobre el decremento del PIB, tanto el referido al pasado año, como el correspondiente a los cinco ejercicios de crisis económica, es demoledor para los asturianos. En el 2013, en nuestra región la producción de bienes y servicios sufrió la mayor caída (2,1%) de toda España, y en los cinco últimos años, el tiempo que va de la quiebra de Lehman Brothers hasta las pasadas Navidades, Asturias también fue la comunidad autónoma que más se empobreció al perder casi una décima parte de su riqueza. Somos los peores, con independencia que nos fijemos en el último año o si analizamos un periodo más amplio.
Si en la crisis económica sufrimos más que el resto de territorios, en los periodos de bonanza también somos los que menos beneficios obtenemos. Según un estudio de Funcas, publicado en febrero de 2010, encabezado por el prestigioso profesor, Julio Alcaide Inchausti, Asturias había sido la región en que menos había crecido el PIB entre los años 2000 y 2008. En los tiempos del boom de la construcción y de los 20 millones de empleos, Asturias había incrementado su riqueza a una media anual de 2,40%, mientras que el crecimiento medio de las comunidades autónomas había alcanzado el 2,98%. En algunos territorios, como Murcia, el incremento del PIB había sido del 3,71%, de media anual.
Conclusión: entramos en el siglo XXI como farolillo rojo del pelotón autonómico y seguimos en la misma posición desde entonces. En territorios tan poco avanzados como Extremadura, Castilla-La Mancha o Extremadura, la actividad económica tiene más vigor que en Asturias.
FORTALEZAS
En nuestra tierra están localizadas empresas que son líderes en el mercado del acero, el zinc o el aluminio. Tenemos la principal empresa de transporte de viajeros, la mayor productora de leche. En bienes de equipo hay varias empresas punteras, entre ellas, Duro Felguera, la principal del sector en España. Todavía se extrae carbón de nuestro subsuelo, poseemos el 10% de los recursos hídricos de España, gozamos de más parques naturales que cualquier otra región, y tenemos la costa más preservada del país. Contamos con una gran tradición universitaria (cuatro siglos) y un gran bagaje industrial. Poseemos un patrimonio histórico-artístico de enorme valor que tiene como grandes hitos, las muestras de arte parietal, el prerrománico, las brillantes décadas de la Ilustración y el patrimonio industrial. Por si todo esto fuera poco, somos la comunidad con más grandes superficies en proporción a la población.
Pese a todo lo anterior, somos los peores de la clase, aunque el aula está llena de alumnos vagos, torpes y mal educados. Para justificar tan pobres resultados hay un hecho que no se puede ocultar, el declive demográfico. Desde hace más de dos décadas Asturias está a la cola de la natalidad y a la cabeza de la mortalidad. No quiero minimizar este hecho, pero no se puede argumentar que llevemos desde finales del siglo XX en estado de postración por culpa del declive demográfico.
A falta de otro hallazgo, tiendo a pensar que el mal de nuestros males reside en el statu quo regional. El inmovilismo político (los gobiernos cambian, pero el partido permanece), la adoración por lo público, residuo de la larga hegemonía de la empresa estatal y causa de tantas vocaciones funcionariales, la preeminencia sindical como signo identitario, y la perversión del mercado por lazos de influencia que anulan la escasa competencia. Una suma de factores que lastran las potencialidades de la región. Un territorio de castas, con una actitud hostil hacia todo lo que se quiere mover fuera de su control. Una Administración que usa las licencias para cerrar puertas, en vez de abrir oportunidades.
ERRORES
Esta semana tuvimos noticia de un hecho muy inquietante: la Oficina Europea de Lucha Contra el Fraude (OLAF) ha remitido a la Comisión Europea y a la Hacienda española las conclusiones de su investigación sobre las obras de ampliación de El Musel. A falta de conocerse con detalle el informe, ha transcendido que pide la devolución íntegra de los fondos de cohesión concedidos para la ampliación (247,5 millones de los que 49,5 están retenidos). Aunque la negociación entre administraciones será muy larga, y puede añadirse una no menos larga disputa judicial, el golpe para la imagen de Asturias es imparable.
La historia de la ampliación portuaria, con aquella pintoresca cantera, se suma al desastre del Palacio de Calatrava, después de que Gabino de Lorenzo anunciara que iba a suponer un cambio de paradigma en la capital (Gabino no lo dijo así, porque los cortes epistemológicos no son tema de conversación en sidrerías), y al naufragio del Niemeyer, tras haber formado parte del G-8 cultural. La lista es muy larga, pero me conformo con citar las tres principales infraestructuras desarrolladas en Gijón, Oviedo y Avilés. La tarea de licitar, ejecutar y gestionar no está entre nuestras principales virtudes. A mayor abundamiento, hace unos días terminó la vista oral del juicio sobre Mina La Camocha, esa moderna multiplicación de panes y peces a escala industrial.
Semana para el pesimismo. No tengo ninguna certeza de que las posibles alternativas al statu quo regional sean factibles, pero estoy convencido de que no hay nada peor que el presente: esa crónica oficial del progreso de Asturias que no resiste el contraste con las estadísticas.

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por JUAN NEIRA

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