Las elecciones europeas no están caracterizadas por un debate de programas e intereses en torno a la UE, como dice la guía oficial. A poco que uno tenga afición por el análisis materialista descubrirá que la diferencia de esta convocatoria sobre otras reside en un hecho concreto: son los únicos comicios en que todos los españoles votamos los mismos nombres. Tres consecuencias derivadas de la diferencia anotada: sólo hay una lista por cada partido; las regiones apenas tienen representación; la lejanía entre electores y elegidos es máxima. Fijadas las premisas, añadamos que el voto se vuelve borroso, porque tiene como único anclaje la ideología. No hay gobiernos que derribar ni programas sobre los que rendir cuentas: nadie lo hizo ni bien ni mal durante el mandato europeo, porque no existen referencias. Los eurodiputados son unos señores que viven en el extranjero y los enviaron allí los aparatos de los partidos. Durante años la práctica mayoritaria consistía en mandar a Europa a los senior, como hace ahora IU con Ángela Vallina (una dirigente de valía, por cierto), aunque el PSOE apuesta por descubrir nuevos valores y mandarlos a estudiar fuera (si de la lista socialista se quita a Jáuregui y a López Aguilar, parece la candidatura de un partido extraparlamentario). Del PP no se puede decir nada, porque Rajoy se dedica a barajar cartas que es su deporte favorito, porque así no enseña cuál es su juego: por cierto, los hay tan ilusos que creen que mañana, tras la intervención del catalanismo en el Congreso de los Diputados, Rajoy iniciará la ofensiva contra la Generalitat.
Las elecciones europeas se convierten en la gran ocasión de los pequeños grupos para presentar candidatos y airear sus propuestas. No hace falta tener una estructura nacional, basta con juntar unas decenas de nombres. Tampoco es preciso tener líderes representativos de sus entornos, porque el único entorno viene definido por más de 30 millones de electores. Se presentan para difundir su nombre y convierten las urnas en un gran test sobre el conocimiento y simpatía que despiertan en la sociedad. Lo de obtener escaños no se contempla, porque al computar todos los votos en una sola urna, no tienen posibilidad real de salir elegidos. Los ciudadanos participan sin pensar un segundo en Europa, con el único objetivo de castigar o premiar a los partidos parlamentarios por el trabajo que hacen en las instituciones españolas.