Arias Cañete, buen conocedor de Mariano Rajoy, ya había anunciado que el Ministerio de Agricultura tenía mucho fondo de armario, así que sin recurrir a arriesgados fichajes el presidente del Gobierno cubrió la baja entregando la cartera a la secretaria general del departamento. Arias Cañete se va contento, porque desde Bruselas tendrá un observador privilegiado en el gabinete. Isabel García Tejerina presenta un currículo impecable que garantiza un sólido conocimiento de la materia, pero hasta ahora sólo desempeñó labores técnicas, y le toca ejercer de político, que es una cosa distinta. Se puede ser un técnico competente y un político desastroso. El tiempo dirá.
El gusto del presidente por la discreción, por pasar desapercibido, por no dar titulares, hizo que una crisis de gobierno cantada se transformara en recambio interno. Las famosas remodelaciones de medio mandato no encajan en el estilo de Rajoy, que prefiere no mover ninguna pieza, hacer un mínimo consumo de energía y dejar que el paso del tiempo resuelva los problemas. Con esa filosofía observa el crecimiento trimestral del PIB, y se agarra al incremento del 0,4% para pintar España con colores de optimismo. El resto de problemas (Cataluña, Bárcenas, inmigración) no existen, o si existen el tiempo se encargará de transformarlos. La salida de Arias Cañete había creado una gran expectación en el seno del PP y en los medios. Con un equipo de ministros tan mal valorado, había muchos candidatos para el cese, pero al presidente le gusta el continuismo y José Ignacio Wert puede comprobar que hay vida después del fracaso. Los dirigentes del PP que no ocupan cargo en la Administración pensaban que había llegado la hora de sentarse en un despacho oficial, pero ni Javier Arenas va a dar ese paso. En Asturias se hacían cábalas con la promoción de Mercedes Fernández a una secretaría de Estado, un traslado que no se va a realizar. Todo el PP debe vivir de los progresos del PIB, porque el resto de asuntos resultan extemporáneos. No toca.
Hace ya mucho tiempo que no está entre los poderes de los gobiernos el control de la agenda de la actualidad. Cualquier espontáneo puede poner el foco en temas inconvenientes. Ayer lo hizo José María Aznar, dando a conocer que no fue invitado a participar en la campaña electoral y que le hubiera gustado subir al estrado con su amigo Arias Cañete. Rajoy calla. El paso de los días apagará los ecos de las palabras de Aznar.