El inicio de la campaña electoral ha coincidido con un nuevo “pico” de corrupción en España, al juntarse los sobrecostes del AVE, con los falsos cursos de formación en Andalucía, la empresa trampa de financiación en La Mancha, la reforma de la sede de Génova pagada “en negro” y el último cajero catalán que tiene una cuenta en Suiza. Basura amarilla distribuida por la geografía española, como prólogo de los mítines que darán los compañeros y las compañeras de los corruptos hablando de ideales de progreso.
No hace falta ser derrotista ni tener inquina a los que se dedican a la política para concluir que la corrupción es un hecho generalizado en España. Me anticipo a las objeciones para decir que hay personas que nos representan honradamente en las instituciones, pero en la foto de conjunto sobresale el delito.
¿Tendrá reflejo en las urnas este nuevo repunte de la corrupción? Sin duda, pero no beneficiará ni perjudicará a ningún partido concreto, porque la sociedad española hace tiempo que emitió un veredicto de culpabilidad sobre la clase política, en su totalidad. Bien se ve en la última encuesta del CIS, donde ningún líder político nacional llega a obtener un 4 de nota. El goteo incesante de casos de corrupción aumentará la abstención.
DOS MENSAJES
El hecho más influyente en la disputa electoral es la percepción de la coyuntura económica. Desde el pasado otoño, Rajoy lleva anunciando la llegada de la primavera. Los últimos datos del paro y las estimaciones sobre el crecimiento económico llenan de optimismo el discurso del presidente del Gobierno.
En este combate entre el optimismo y la realidad, oímos a Cristóbal Montoro decir en el Congreso de los Diputados que se acabaron los recortes en el sector público y que hay que volver a contratar personal en los servicios públicos esenciales (Sanidad, Educación y Servicios Sociales). Con otras palabras: el ministro de Hacienda proclama el fin del “austericidio”. Y, sin embargo, en el programa de estabilidad que envió el Gobierno a la Comisión Europea se detalla que de aquí al año 2017 habrá que hacer un recorte de otros 48.000 millones de euros en el gasto público y que el empleo neto sólo crecerá el 0,6% este año y el 1,2% en 2015. Con esos porcentajes la reciente promesa de Rajoy de terminar el mandato con menor número de desempleados que al inicio de la legislatura no se verificará.
Como en las campañas electorales las discusiones se sustancian en términos simplistas, lo anteriormente expuesto se reducirá a una controversia sobre cómo está la botella, medio llena (Gobierno) o medio vacía (oposición). Queda para otra época del año la reflexión sobre el escenario al que estamos abocados. Hay otro mercado laboral, otro nivel de salarios, un sector financiero castrado para repetir las alegrías del pasado, la sociedad empobrecida y la emigración floreciente. El único agente económico que se mantiene incólume es la propia Administración, incapaz de cambiar de talla, más sedienta que nunca de tributos, convertida en un auténtico problema para la sociedad española. Quita mucho más de lo que da.
Para los que piensan en términos ilusorios sobre la implantación de nuevos modelos de crecimiento hay que recordarles que la mejoría del empleo llegó en el mes de abril de la mano del turismo, y que la verdadera oleada de creación de puestos de trabajo acontecerá el día que despierte el sector de la construcción. ¡Sí, el retorno del ladrillo! Como ocurre en Inglaterra donde ya crece el PIB por encima del 3%, con el ladrillo de locomotora. Está muy bien la apuesta por la industria, pero con cinco millones de desempleados no habrá una gran reducción del paro sin el cartel de “completo” en los hoteles y el bosque de grúas despuntando en las ciudades.
ASTURIAS
Las propuestas europeas en el debate son tan inconsistentes como irrelevantes. Pasamos de amar la UE, cuando fluía el maná de los fondos (todos los fines de semana atravieso sus túneles), a temerla desde que se convirtió en el guardián de la ortodoxia fiscal. A la gente no le preocupa el Parlamento europeo, sino el “dicktat” de Merkel y los hombres de negro.
El día 25 votamos todos los españoles en la misma urna, así que no existe la problemática asturiana. Si Ovidio Sánchez, por poner un ejemplo, no puede hacer nada por Asturias dentro del grupo de 186 diputados del PP en Madrid, mucho menos puede hacer un diputado asturiano en la inmensa Eurocámara. Todos los grupos parlamentarios están liderados por diputados extranjeros y para mayor seguridad, los dos grandes, el grupo popular y el grupo socialista, coinciden en el 73% de las votaciones. ¿No les resulta familiar este último dato?