Asturias acapara, por un día, toda la atención electoral, no por sus propios medios, sino por la calidad de los visitantes: Elena Valenciano habla en Gijón y Miguel Arias Cañete discursea en Oviedo. Los mismos que el pasado jueves se enzarzaron en un mediocre debate televisivo, tienen hoy la oportunidad de dirigirse a los asturianos. De todos es sabido que Cañete pisó un charco al día siguiente del debate, cuando expuso una novedosa tesis sobre el hándicap que tienen los hombres cuando discuten en público con las mujeres, que le valió un aguacero de críticas. Desde entonces, anda con semblante serio, tenso, porque sabe que su ocurrencia penalizará en las urnas a la candidatura del PP. Elena Valenciano estuvo marrullera en el debate, interrumpiendo a su contrincante cuando estaba en el uso de la palabra, y tan demagógica en los primeros turnos de intervención, al hablar de los bancos, que por un momento pensé que pertenecía a la candidatura “Podemos”. Con el patinazo de Cañete ya tiene argumento para los días que quedan de campaña, al transformar la pugna PP-PSOE en un combate entre machismo y feminismo.

La problemática europea es árida y lejana. La gente no sabe hasta qué punto coinciden el PSOE y el PP en el Parlamento de Estrasburgo. De cada cuatro asuntos, votan juntos en tres. Con la disculpa del famoso consenso componen una mayoría absoluta que frena los asuntos incómodos y vela por el discurso único europeo. Los ataques izquierdistas de Valenciano no pasan de ser un juego de salón, porque en Europa van los dos por el mismo carril. Cañete está muy orgulloso de su negociación en la UE, desde el Ministerio de Agricultura, pero en Asturias no es el mejor sitio para sacar pecho, ya que el cambio cualitativo dado a las ayudas, al pasar de basarse en la producción de leche a tomar como referencia la extensión de las explotaciones, perjudica a los ganaderos asturianos que hicieron durante años un gran esfuerzo económico por dotarse de explotaciones intensivas, y ahora les cambian el guión. Aún así, reconozco, que si se repasan los grandes números –los que se utilizan en un mitin-, el exministro puede salir airoso.

Valenciano y Cañete recorren España con un ojo puesto en las candidaturas minoritarias. Por primera vez en muchos años, los dos partidos pierden adhesiones simultáneamente en favor de grupos mucho más pequeños. Cuando oyen hablar de la casta política, saben que va por ellos.