Desde que Rubalcaba anunció que dejaba la Secretaría General del PSOE en un congreso extraordinario pasaron varias cosas, dos de ellas destacadas: el propio Rubalcaba rectificó el plan inicial y anunció que la elección del secretario general será por votación de toda la militancia, y el apoyo explícito de los barones regionales a Susana Díaz. En el mapa autonómico sólo hay dos líderes que se reservan su opinión, el secretario general de Extremadura, Guillermo Fernández-Vara, y el presidente del Principado, Javier Fernández.
Para aclarar la posición de la Federación Socialista Asturiana (FSA), Jesús Gutiérrez dijo que no es el momento de hablar de personas, sino de procedimientos. Ahora es el momento del cómo y después se discutirá sobre el quién. Según Gutiérrez, todavía no puede haber una corriente de apoyo a alguien que no se postuló para la Secretaría General. El número dos de la FSA lanzó un último mensaje críptico, muy en la tradición de los dirigentes de la cuerda “somática”, al decir que la dirección socialista asturiana está muy tranquila, pero no sabe si alguien estará nervioso. El gusto por hablar con pronombres sin que el interlocutor pueda entrever los nombres. ¿Quién está nervioso? ¿Rubalcaba? ¿Susana Díaz? ¿Madina? ¿Chacón? ¿Zapatero? ¿Felipe González? ¿Valenciano? ¿Pablo Iglesias? ¿Rajoy?
En efecto, hay que hablar del cómo porque se debe contar con un procedimiento de elección claro. La propuesta del voto de las bases no está recogido en los estatutos del PSOE, así que Rubalcaba debe presentar una fórmula que tenga solidez jurídica, no vaya a ser que cualquier militante anule el resultado del congreso en los tribunales. Ahora bien, no se puede impedir que en paralelo se discuta sobre el liderazgo del partido, con independencia de que decidan los delegados al congreso o los más de 200.000 afiliados socialistas. A estas alturas es absurdo decir que no se puede hablar de una corriente de apoyo, cuando casi todos los barones autonómicos se han pasado con armas y bagajes al bando de Susana Díaz. Una maniobra colectiva, de gran envergadura, que deposita el poder territorial en manos de la presidenta andaluza. Todo un aviso para impedir que salten espontáneos al ruedo. Cosa distinta es que Javier Fernández todavía no quiera mover pieza, porque es muy libre de seguir sus propias pautas. Aunque en esto, como en todo, Asturias no puede imponer su voluntad.