La abdicación de don Juan Carlos de Borbón ha abierto el debate sobre sus causas. Predominan las visiones de corto plazo, con medio país convencido que deja el trono apresuradamente por el resultado de las elecciones europeas. Un disparate colectivo. Desde la perspectiva de las instituciones, sólo Las Cortes tienen algo que decir en lo tocante a los cambios en la Jefatura del Estado, y faltan dieciocho meses para que se renueven las cámaras. Hasta entonces, el Parlamento está dominado por la mayoría absoluta del PP, el grupo que tiene un sentido monárquico más acusado de España. Lo más probable es que la decisión del rey esté motivada por otras razones.
Aunque parezca obvio, hay que poner en primer lugar la edad y su estado de salud. Pese al optimismo oficial, es evidente que el monarca dista mucho de estar en la mejor forma física, y no hay ninguna garantía de que hayan finalizado las visitas al taller de chapa. Otro motivo para abdicar son los cambios producidos en la opinión pública sobre la institución monárquica. La crisis económica ha degradado la imagen de todas las instituciones. A partir de esa realidad, el efecto de las cacerías, sean de osos rusos (¡aquel pobre Mitrofán!) o elefantes africanos, resultó corrosivo. En el mismo capítulo hay que incluir los negocios de Iñaki Undargarín, con la presunta complicidad de su esposa, aunque por ese “affaire” aislado no hubiera abdicado el rey. A todo lo anterior hay que añadir una razón de peso: el desafío nacionalista catalán, con el PNV dispuesto a tomar el relevo.
Mientras la gente especula, los partidos de la izquierda radical se han lanzado a la calle para pedir un referéndum sobre República o Monarquía. Las Juventudes Socialistas comparten el objetivo, lideradas por Nino Torres. Históricamente, cuando los socialistas están en la oposición, siempre hay un sector del partido tentado a romper la baraja. La República es una forma de Estado tan viable y plausible como la Monarquía. El asunto está en que la democracia española no empezó ayer, ni hace un año ni hace diez. Las Cortes aprobaron la Constitución, refrendada ampliamente por los españoles, con un primer artículo donde se dice que la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria. Se puede cambiar, por supuesto, pero siguiendo el procedimiento recogido en la Constitución, como se les recuerda con frecuencia a los independentistas catalanes.