Aumenta el desconcierto en el PSOE. La dirigente que contaba con más apoyos para ocupar la Secretaría General del partido, Susana Díaz, rehusó dar el paso, y el vacío abierto por la renuncia se cubre con una lista de nombres escasamente representativos de la militancia. Pedro Sánchez ha anunciado su candidatura, al igual que Alberto Sotillos, hijo de Eduardo Sotillos, portavoz del primer gobierno de Felipe González. Se sabe que Eduardo Madina también estará en la carrera de la sucesión de Rubalcaba y Juan López Aguilar se lo está pensando. Soraya Rodríguez, portavoz del grupo en el Congreso de los Diputados, rechazó la invitación realizada por varios compañeros de escaño y Patxi López, tras entrevistarse con Susana Díaz, se reserva para la siguiente ronda, porque la batalla interna no ha hecho más que empezar y es muy dudoso que el PSOE alcance la estabilidad tras el congreso extraordinario de julio.
A todo esto, la dimisión de Pere Navarro, como jefe del socialismo catalán, no ha servido de acicate para que otros líderes de la organización se postulen para el cargo; la reunión del sábado del órgano de dirección del PSC puede marcar el punto de no retorno del partido, tal como lo hemos conocido desde los inicios de la transición, como un grupo inextricablemente unido al PSOE. Las escaramuzas internas recorren gran parte de las organizaciones regionales socialistas, donde unos y otros aprovechan la ocasión para cobrar deudas antiguas: el exalcalde de Getafe, Pedro Castro, pide al secretario general de la Federación Socialista de Madrid, Tomás Gómez, que deje el cargo por los malos resultados cosechados en las elecciones europeas, acogiéndose a un baremo que estableció el líder de Extremadura, Fernández Vara: los territorios que hayan obtenido un resultado electoral por debajo de la media de España deben dimitir.
Jamás se había visto semejante guirigay en el PSOE. Recuerda la época más agitada de IU, cuando los afiliados no seguían las pautas de la dirección federal, sino que eran ellos los que desde cada esquina de España le decían al resto lo que había que hacer. En unos años pasaron de tener 21 diputados a refugiarse en el grupo mixto con dos escaños, uno asturiano y el otro catalán. Entre tanto ruido, Rubalcaba permanece en silencio. Sospecho que no le desagrada la nómina de candidatos a la Secretaría General, porque tal vez albergue la esperanza de mover los hilos en la sombra.