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Juan Neira

LARGO DE CAFE

GIJÓN, CENTRO DE LA DISCORDIA

La guerra interna desatada en IU de Gijón es un perfecto ejemplo de “déjà vu”, por actitudes, rostros y objetivos. No hay otro partido en España que tenga menos reparo en autolesionarse que IU. Si las cosas van mal, la bronca interna se justifica por los deseos de cambio y si las cosas van bien se buscan o inventan motivos personales (soberbia del líder, uso atípico de la liberación política) para proceder a la operación derribo.
Las perspectivas políticas y electorales de IU mejoraron sustancialmente con la crisis económica, ante la gestión de Zapatero y el escaso compromiso de los socialistas con personas y sectores damnificados, sean despedidos, desahuciados o treintañeros sin primer empleo. En las encuestas nacionales llegó a rozar el 15% de los sufragios. Esta perspectiva sufrió una corrección a la baja tras las elecciones europeas y la irrupción de Podemos, pero así y todo las cosas pintan bien para IU.
En Gijón la fase de mejora ya empezó en las elecciones de 2011, al pasar de dos concejales a tres. Durante el presente mandato, la falta de liderazgo del socialista Santiago Martínez Argüelles, muy contestado dentro de su partido y con la imagen erosionada por el asunto de las cocheras y su desempeño en Cajastur donde asistió como testigo mudo al repliegue de la actividad cultural y social de la entidad financiera en Gijón, convirtió a IU en una opción clara para los desengañados con la política del PSOE.
Las perspectivas positivas excitaron la ambición del aparato y de personajes que estaban en la sombra, y cuando faltan once meses para los comicios decidieron que era el momento para desestabilizar al grupo municipal y lograr el ansiado objetivo de “quítate tú para ponerme yo”.
TODOS FARTUCUS
El artículo de Santianes en estas páginas (“Yo también estoy fartucu”) significaba la declaración de guerra, al provenir del número dos de la organización gijonesa, que además es concejal. Al no ser desautorizado, el artículo tiene el valor de estar avalado, consentido, por la dirección de IU. Se acaba el periodo de la coexistencia, de la bicefalia, y se pasa a la guerra entre aparato y concejales.
Jorge Espina lo hará mejor o peor –a mí juicio tiene algunas intervenciones teatrales que son perfectamente prescindibles-, pero supone un salto cualitativo sobre la representación que tenía IU en el Ayuntamiento de Gijón. Él y Libertad González significan el relevo generacional, algo muy importante en Asturias donde los viejos rockeros impiden grabar discos a los jóvenes. Además, llevaron a cabo una medida muy higiénica al distanciarse de los socialistas; un giro oportuno ahora que surge un competidor (Podemos) por la izquierda.
Estas consideraciones sirven para muy poco, dado que la guerra se basa en ataques personales, no en reflexiones políticas. El plan consiste en derribar a los artífices de la mejora de IU y, a renglón seguido, ganar las primarias con una mujer u hombre de paja, poniéndose detrás los rostros de sesentones combinados con jóvenes sumisos. A eso le llaman otra forma de hacer política.
En 1991 había que dejar fuera a Andrés Álvarez Costales, portavoz municipal, y se procedió igual. Se puso en circulación el discurso del pesebre para dar paso a las dos décadas doradas de IU en el municipio. Todo un monumento al institucionalismo, con gran sensibilidad hacia la solidaridad internacional, de tal forma que a los cuatro años de que Gorbachov abandonara Cuba, llegó el desembarco en La Habana del Ayuntamiento de Gijón. Dos décadas de relación con el PSOE que se pueden resumir con letra de Los Panchos: “si tú me dices ven, lo dejo todo”.
CULEBRÓN PEPERO
La crisis de IU, de destructivas consecuencias, se solapa con el último capítulo del culebrón del PP de Gijón, con los concejales pidiendo congreso mientras la comisión gestora hace política a través de fotos de playa. En 16 meses, no hemos conocido una propuesta política por parte de la gestora, a no ser que consideremos el vaciado del IBI como ejemplo de política fiscal. Uno no sabe si el rol de la gestora responde a una estrategia premeditada de difícil comprensión o si es simple incapacidad. A estas alturas tal parece que sólo hay dos salidas, convocar el congreso con riesgo real de perderlo u optar por una sobredosis de intervencionismo haciendo una lista electoral por decreto, sin consultar a nadie. Las dos opciones tienen un punto común, el intento de alcanzar un nuevo mínimo histórico en las elecciones de la próxima primavera.
Las crisis de IU y del PP responden a una clave de fondo de la vida pública gijonesa: la sobrevaloración de la figura del concejal, igualándola a ministros, cardenales o figuras del fútbol internacional. Las trifulcas en IU siempre fueron por matar o encumbrar a concejales, y en el PP el juego de egos trajo fatales consecuencias para portavoces y ediles. Esta consideración es extensible a toda la Corporación. Ahí tenemos la sala de plenos, con los escaños bien alineados a modo de Parlamento, nada que ver con esas mesas alargadas de otros ayuntamientos, en que los concejales parecen comensales de un banquete de empresa. Y qué decir del reglamento de plenos, con intervenciones de 15 minutos para explicar la postura sobre el carril-bici, de la que como todo el mundo sabe, depende el bienestar de las nuevas generaciones.

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por JUAN NEIRA

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