La Comisión Directiva de Foro rechaza la propuesta de reforma electoral realizada por el Gobierno de Rajoy al considerarla oportunista y destinada exclusivamente a conservar las alcaldías del PP. El partido de Álvarez-Cascos advierte que no apoyará ninguna reforma realizada sin consenso y guiada por intereses partidistas. En definitiva, Foro se suma a la crítica frontal planteada por el resto de grupos de la oposición.
En esta cuestión hay que deslindar las intenciones del Gobierno de la propuesta concreta de reforma. Todas las críticas vertidas hasta ahora tienen que ver con la forma de presentar el proyecto y el objetivo que se marca Rajoy. No creo que se pueda discutir mucho sobre ello. Es evidente que el presidente no cambiaría ni un solo punto del sistema electoral si estuviera en las manos del PP retener el inmenso poder que tiene en los ayuntamientos. Las encuestas señalan que los grupos de izquierda pueden arrebatar muchas alcaldías al partido de Rajoy, y este reacciona cambiando unilateralmente las reglas del juego. No va a legislar en función de los intereses generales, sino en aras a favorecer los intereses de su formación. Esta forma de proceder es enteramente rechazable.
Otra cosa distinta es la propuesta del Gobierno. Aún no conocemos la letra del proyecto, pero hasta ahora se ha hablado de dos asuntos muy importantes: los candidatos que cuenten con el 40% de votos se convertirán inmediatamente en alcaldes, y en caso de que nadie alcance ese porcentaje de sufragios los dos más votados pasarán a una segunda vuelta de la que saldrá elegido definitivamente el alcalde. El regidor lo deciden los ciudadanos con su voto, bien sea en una primera vuelta o recurriendo a una segunda convocatoria a las urnas. Hasta ahora, si del recuento de papeletas no emergía un candidato con mayoría absoluta, los aparatos de los partidos negociaban quién sería el alcalde. Muchísimas veces los partidos llegaron a acuerdos en contra de la voluntad de los electores, y ese tipo de politiquería se acaba con la reforma electoral. Se quita poder a las direcciones de los partidos y se les entrega a los votantes. La filosofía del proyecto es muy adecuada para los tiempos que corren y conecta con el sentir de la calle. Resulta muy revelador que los grupos de la oposición quieran eludir este debate, poniendo el énfasis de la crítica en la obvio: el oportunismo de Rajoy y el descaro con que barre para casa.