El honorable Artur Mas nos ha sacado de dudas: el sábado, por la mañana, firmará el decreto de convocatoria del referéndum de autodeterminación que considera legitimado por la Ley de Consultas. Al acto de la rúbrica están convocados los líderes de los partidos que apoyan el referéndum y tendrá un especial protagonismo TV-3, prueba de ello es que los técnicos del medio llevan varios días en el Palacio de la Generalitat haciendo pruebas.
La respuesta del Gobierno es conocida, presentará recurso ante el Tribunal Constitucional (TC) que procederá a la suspensión automática de la consulta, una vez admitido a trámite el recurso. El Gobierno se apoya en la Constitución que impide a las comunidades autónomas realizar ese tipo de convocatoria, y en la voluntad del Congreso de los Diputados, expresada en un pleno celebrado en el pasado mes de abril, con 299 diputados votando en contra de transferir la competencia a Cataluña, y otros 45 diputados dando la razón a la Generalitat.
A partir de la decisión del TC nos adentramos en un terreno ignoto. ¿Qué hará Artur Mas? Hay indicios de que acatará la legalidad y no se tirará al monte, pero seguro que no se quedará cruzado de brazos. Una respuesta, dentro de la ley, puede ser una convocatoria adelantada de elecciones autonómicas que tendrían un carácter plebiscitario con la consulta frustrada como único tema de debate. Si opta por esta alternativa, el camino a recorrer también es desconocido. ¿Qué harían las nuevas instituciones catalanas, presumiblemente escoradas hacia el independentismo? A poco que se piense está claro que el Gobierno de España y la Generalitat están abocados a dialogar. La mayoría nacionalista que hay en Cataluña (así se manifiesta en las repetidas elecciones autonómicas) no se va a disolver de un día para otro. Una mayoría fabricada a golpe de imposiciones, con la inmersión educativa y la manipulación de una televisión oficial inspirada en los informativos de las dictaduras. Por su parte, el Gobierno de España está obligado a respetar la Constitución. Si la discusión se centra en el derecho de autodeterminación no hay margen para el acuerdo, pero si se rebajan mínimamente las aspiraciones el Gobierno estará dispuesto a ceder. Para una entente así es preciso que CiU recobre el liderazgo en la sociedad catalana que ha perdido en beneficio de ERC, a la que imita en discursos y objetivos, mientras pierde votos.