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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA ENCUESTA DE MAS Y NOSOTROS

“¿Quiere que Cataluña se convierta en un Estado? Sí o no”. “¿Quiere que este Estado sea independiente? Sí o no” Para contestar a estos interrogantes convocó el Gobierno de Artur Mas el referéndum del 9 de noviembre. Las preguntas fueron fruto de una negociación del presidente de la Generalitat con ERC, ICV (la IU catalana) y CUP, dando a la consulta un sesgo claramente escorado hacia los intereses de los independentistas.
En el cuestionario no se hace mención a mantener el estatus de comunidad autónoma ni se nombra el Estado federal o al confederal, como posibles alternativas a la independencia. Para llevar al ciudadano al sitio predeterminado, el mensaje se administra por entregas. La primera pregunta es ambigua: ¿Quiere que se convierta Cataluña en un Estado? Dan ganas de contestar con otra pregunta (“oiga, ¿en qué tipo de Estado?”); es un interrogante de transición, está preparado para que todo el mundo diga que sí, porque no supone renunciar a nada, ni al actual Estado de las Autonomías, porque Cataluña podría ser un Estado asociado -como insinuaba Ibarretxe hace diez años-, ni al Estado Federal, del que tanto hablan los socialistas, ni a un hipotético Estado Confederal.
INDEPENDENCIA
Una vez que Cataluña queda convertida en un ente estatal, viene la segunda parte: el Estado independiente. El planteamiento es tan sibilino que podría darse el supuesto de que la mayoría dijera que sí a la primera cuestión y rechazara la segunda -la independencia-, con lo que Cataluña quedaría situada en un limbo jurídico, al convertirse en un Estado, sin aclarar qué tipo de relaciones tendría con España ni con cualquier otro país.
La primera pregunta no tiene sentido, porque no es una propuesta concreta, siendo mucho más lógico que se planteara solamente la segunda, aunque entonces podría resultar demasiado abrupta y una parte de los ciudadanos optaran por escoger la otra casilla o por abstenerse. Pese a que en la papeleta hay dos preguntas, en ninguno de los dos enunciados se ofrece una alternativa. Por eso es fácil decir que sí a ser Estado, y una vez aceptada la armadura estatal, probar la independencia. Un método pensado para que el catalán infantilizado por los gobiernos de los independentistas (TV-3, periódicos entregados a la Generalitat) que recela cual niño pequeño ante la papilla, acepte tomarla por cucharadas, una por Tarradellas, otra por Pujol. Y en ese plan.
El texto de la consulta demuestra la pérdida de ecuanimidad del nacionalismo catalán. Para llegar a esta situación no bastaba con el delirio independentista, siendo necesaria la colaboración de los distintos gobiernos de España, que tuvieron como nexo común la amplia dejación de responsabilidades, permitiendo que invadieran competencias reservadas al Estado, se extralimitaran en la gestión de las que les correspondían a ellos, convirtieran sus falsas historias en libros de texto, amedrentaran a los ciudadanos que no comulgaban con sus fantasías y, llegada la crisis económica, convirtieran al Ministerio de Hacienda en un banco malo que asume sus bonos basura: desde que empezó Rajoy a gobernar, la quiebra catalana le costó a Hacienda 42.300 millones de euros, sumando los créditos del FLA, los planes de proveedores, la rebaja de los tipos de interés y las ayudas a las farmacias.
En 37 años de democracia, los nacionalismos catalán y vasco actuaron como poderes fácticos que siempre se relacionaron con los gobiernos de España a golpe de amenaza. La política de Madrid fue un calco de la seguida por Chamberlain con el nacionalsocialismo: la doctrina del apaciguamiento. Ceder, otra vez ceder, y luego ceder. En ningún otro país del mundo el desafío de la Generalitat tendría como única respuesta el silencio.
EL REFERÉNDUM
El referéndum independista del 9-N supone un salto cualitativo, un buen momento para sacar algunas conclusiones. Se acabó el mito del nacionalismo moderado, que nunca se saldría de la senda estatutaria, frente a otro radical o independentista. El moderado es un radical que camina rezagado. Ante esta constatación la política de las continuas cesiones nos lleva al abismo. Hay que dialogar con la ley en la mano y sin pelos en la lengua.
Toca exigir responsabilidades a los compañeros de viaje de los nacionalistas, a los que practican el fuego amigo. Me refiero a los dos grupos de izquierda, PSC e IU, que apoyan a la Generalitat ante la consulta. No vamos desde Asturias a llamar a Miquel Iceta para recriminarle, pero sí al presidente del Principado y a la FSA, para que no sean tan equidistantes entre Rajoy y Mas, y para que se olviden del embeleco del Estado federal, porque saben perfectamente que ese modelo no sirve para resolver el contencioso con los independentistas. En IU deberían tener en cuenta que pronto se votará en Asturias.
Por último, todos los que habitamos esta vieja nación debemos sacudirnos los complejos de la herencia franquista. La identificación con España y sus símbolos no tiene nada que ver con el fascismo. Es ridículo pensar que agitar la senyera catalana es de izquierdas, y que hacerlo con la bandera constitucional española es de derechas. España no es una antigualla ni rima con el coronel Moscardó. Es bien triste que 40 años después de morir Franco sigamos identificando la idea de España con el viejo régimen y suframos síndrome de Estocolmo ante los nacionalistas que quieren quebrar el Estado.

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por JUAN NEIRA

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