Tal como estaba previsto el Consejo de Ministros extraordinario aprobó la presentación de dos recursos ante el Tribunal Constitucional, uno sobre la Ley de Consultas y el otro sobre la convocatoria de referéndum para el nueve de noviembre. Mariano Rajoy realizó una declaración institucional sólida, precisa y muy apropiada para hacer frente a la dialéctica demagógica del presidente de la Generalitat, en la que explicó que la consulta no es compatible con la Constitución ni por el objeto ni por el procedimiento seguido. Rajoy afirmó que va a poner los medios necesarios para que no se celebre el referéndum porque los catalanes no pueden decidir unilateralmente qué es España, ya que ese derecho corresponde ejercerlo a todos los españoles, y advirtió que se está a tiempo de reconducir la situación dentro de la legalidad. El presidente del Gobierno se mostró dispuesto a negociar el documento de 23 peticiones presentado por Artur Mas en la última entrevista celebrada entre ambos, siempre y cuando se respete la legalidad.
En la argumentación de Rajoy hubo un punto esencial que quiebra el discurso de la Generalitat, al aclarar que no se puede contraponer democracia a legalidad, porque sin ley no hay democracia. Artur Mas repitió hasta la saciedad que su propuesta soberanista está respaldada por la mayoría absoluta del “Parlament” y por millones de catalanes que se manifestaron en la calle. Cierto, pero ni los diputados ni los manifestantes pueden imponer pautas contrarias a la ley. Si se transige en ese punto todo el Estado de Derecho se viene abajo. Para realizar el plan de las fuerzas independentistas hay que reformar la Constitución, así que CiU, Esquerra y CUP deben hablar con partidos de la oposición para acometer esa reforma. Es probable que tras las próximas elecciones generales no haya mayorías absolutas en las Cortes Generales, lo que restaría obstáculos para alcanzar su objetivo.
Aunque sea un asunto menor, llama la atención que los catalanistas, en su viaje hacia la infancia para recrear un país idílico, tengan tanta prisa. Quieren romper el Estado ahora o, como mucho, dentro de un año, cuando un proceso así requeriría de mucho más tiempo, a no ser que se coja el atajo, se pongan las urnas en la calle y se diseñen las oficinas de aduanas para primavera. Discurso y práctica política propias de letra de cantautor, con guitarra en mano y mecheros en la grada.