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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LOS TRIUNFOS DE LA GUERRA PERDIDA

Poder es la palabra asociada siempre a José Ángel Fernández Villa. En el Soma, en Hunosa, en las cuencas mineras, en la Junta General del Principado, en Cajastur, en los ayuntamientos. Un sentido muy acusado del poder fue la principal característica del ex secretario general del Soma. Un mando que desarrolló sin apenas peana institucional, un caso único en la España autonómica, donde los grandes líderes (Bono, Pujol, Rodríguez Ibarra, Esperanza Aguirre, Fraga) tuvieron a su disposición gobierno y administración.
La astucia, el conocimiento del alma minera, la entrega al trabajo, y unas indudables dotes para convertir al grupo de seguidores en ejército uniformado convirtieron a Villa en el hombre con más poder de la región, pero para ello hizo falta que se diera un entorno favorable.
En 1977 es readmitido en Hunosa y en 1978 ya es el secretario general del Soma. En esos años, en Madrid hay una gran preocupación por el enorme poder del PCE y CCOO en las cuencas mineras, y por extensión, en Asturias. La productividad en Hunosa cae de forma alarmante, retrocediendo a los niveles de los años sesenta, pese a que las máquinas ya extraen la cuarta parte del carbón. El 10 de febrero de 1978 tiene lugar la primera huelga total en la historia de Hunosa: el 100% de mineros, técnicos y administrativos pararon. En Minas de Figaredo ocurre un suceso que provoca alarma, al quedar secuestrado en el castillete de la mina, durante 10 horas, el ingeniero y propietario de la mina, José María Figaredo Sela.
VIENTO A FAVOR
El presidente de la preautonomía, Rafael Fernández, y Obdulio Fernández, director social de Hunosa, se marcan como objetivo prioritario relanzar al Soma y ven en Villa el hombre adecuado para la tarea. Manuel Fernández, Lito, secretario general de UGT en Asturias, apoya a Villa para hacerse con el poder en el Sindicato Minero.
Al inicio de la transición la actividad sindical es enorme y forma parte esencial de la vida interna de los partidos. En 1978 hay elecciones sindicales y Felipe González visita fábricas y minas (La Camocha) para ayudar a UGT. Las direcciones de los partidos se llenan de sindicalistas. Las huestes de Lito y Villa ocupan el aparato del partido.
Tercer y decisivo factor: Alfonso Guerra. Entre Guerra y Villa hay química. La misma oratoria tronante, la misma admiración por Largo Caballero, el mismo instinto de poder. José Ángel adula y Alfonso se deja querer. Único asturiano en la Ejecutiva de Felipe González, manda más en Hunosa que el presidente de la sociedad, y en Asturias, que el presidente del Principado.
Dentro de un ecosistema favorable, la “pantera de Tuilla” se convierte en el macho alfa del Paraíso Natural.
DEPREDADOR
Maniobra contra el presidente de la Autonomía, Rafael Fernández e impide que encabece la candidatura socialista en las primeras elecciones autonómicas de 1983. El momento álgido del pulso se da en la Comisión Ejecutiva de la FSA, cuando Rafael Fernández hace una propuesta estratégica sobre Hunosa que sólo respalda su mujer, Pura Tomás.
Descabalga a José Manuel Fernández Felgueroso de Hunosa, y logra poner al frente de la empresa hullera a Juan Tesoro, el ingeniero más antinuclear de España y tan guerrista como Villa. Se distancia de CCOO y negocia separadamente con Tesoro, capitalizando los avances conseguidos.
Su política de personal siempre es la misma, elige para los cargos a dirigentes que no tienen base militante de respaldo. El diputado nacional Pedro de Silva había escrito un libro en 1982, “Asturias: realidad y proyecto”, que le sirvió a Villa como “percha” para relanzarlo a la Presidencia del Principado. El sostén del presidente Silva es Villa. Lo mismo hará con Rodríguez Vigil, al que elige con su dedo, y asegura que forzó a dimitir tras el escándalo del petromocho.
CAJASTUR
A la pulsión de poder de Villa no podía quedar ajena Cajastur, instrumento fundamental para cualquier gobierno asturiano. En los años ochenta, el líder minero puso al frente de la entidad a Ángel Fernández Noriega, economista del Soma. Ante propios y extraños, Villa exteriorizaba de forma inequívoca que él mandaba y Fernández Noriega obedecía. La banca de los mineros.
En 1994, tras un breve mandato de Manuel Sampedro al frente de Cajastur, Antonio Trevín, como presidente del Principado, coloca a Manuel Menéndez al frente de la entidad financiera, un nombramiento que llena de satisfacción a Villa, ya que Menéndez es ascendido tras librar una dura batalla con el alcalde de Gijón, Álvarez Areces, en torno a un controvertido crédito al grupo Mall que permitió transformar el barrio gijonés de El Llano.
No es la primera vez que Villa choca con Areces por persona interpuesta. En los años ochenta, Villa fuerza el cese de Obdulio Fernández, como delegado del Gobierno, porque mantiene en su equipo a Álvarez Areces como delegado provincial de Educación.
La figura de Manuel Menéndez la va a utilizar Villa como principal ariete contra Areces, en su primer mandato como presidente. La batalla se salda con un rotundo triunfo de Villa, que convierte a Manuel Menéndez en presidente perpetuo de Cajastur, y hace naufragar la mayoría absoluta de Areces, al sumarse el grueso del grupo parlamentario socialista al resto de grupos en la votación de una Ley de Cajas que deja al Principado sin ninguna influencia sobre la institución financiera. Un caso único en la España del año 2000.
JAVIER FERNÁNDEZ
Tres meses más tarde se vuelven enfrentar Villa y Areces en el congreso de la FSA. Está en juego el poder en el partido. Areces propone a Álvaro Álvarez, como líder de la FSA, y Villa, pleno de astucia, elige al consejero de Industria del Principado, Javier Fernández, para dar batalla. A Álvaro Álvarez le avalan la mitad menos uno de los delegados. Javier Fernández tiene bastantes avales menos, pero gana la votación. La gestión de José Blanco y el cambio de fidelidades de la “tercera vía” (UGT) dan el triunfo a Villa. Areces está contra las cuerdas y tiene que aprobar un Plan Complementario para las comarcas mineras de 156 millones de euros.
Villa también le vuelve a ganar la batalla a Areces en la gestión de los fondos mineros. El Gobierno de Aznar concede a los sindicatos el control sobre los fondos, con una gran influencia territorial que va más allá de las cuencas mineras. La excelente relación de Álvarez-Cascos con Villa es la clave de la decisión.
Villa nunca pudo imaginar la capacidad de resistencia de Areces, que superó todas las zancadillas del líder minero, y ganó tres elecciones consecutivas, manteniéndose en el cargo hasta el año 2011.
ESTRATEGIAS
En los años ochenta, Villa iba al ataque, de la mano de Alfonso Guerra, pero en el cambio de década se encuentra con la política de prejubilaciones de Felipe González para vaciar las minas, y con la dimisión de Guerra. Cambia de estrategia, en vez de centrarse en las explotaciones, convierte a las cuencas en territorio agraviado y exige inversiones territoriales. Así se fraguó el Plan de Dinamización que negoció el presidente Trevín con Narcis Serra, y luego llegó el maná de los fondos mineros, diseñado por los ministros asturianos, Cascos y Rato. Zapatero se ve forzado a seguir con esa política y dota con 1.711 millones de euros los recursos que van a las comarcas asturianas.
Los fondos mineros no detuvieron la decadencia de las cuencas ni el declive de Villa en el partido, donde quedó aislado tras forjar Javier Fernández la unidad de las agrupaciones en torno a su liderazgo. Su Waterloo fue la movilización minera contra los planes del Ministerio de Industria que dejó impasible a Rajoy. La expulsión del partido y del sindicato muestra la soledad, el apartamiento del grupo, como destino final de todo macho alfa.

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por JUAN NEIRA

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