Primer acto del debate sobre el estado de la región que se sustancia con el discurso de Javier Fernández. El formato no propicia diálogo ni negociaciones, habla el presidente y el resto permanece en silencio. El debate tiene lugar hoy, cuando toman la palabra los portavoces parlamentarios y les contesta Javier Fernández. Mañana se votan las resoluciones. Un día para el diagnóstico, el segundo para el debate y el tercero para las resoluciones. Todo en jornadas matinales. Si la Cámara trabajara al mismo ritmo que el Congreso de los Diputados las tres mañanas quedarían reducidas a un solo día, pero aquí interesa estirar el guión para que parezca que tuvieron tres días de jornada completa de trabajo.
Tras haber oído a Javier Fernández en ocasiones precedentes, realizó el discurso que cabía esperar de él: hacemos una política de izquierdas, distinta de la de Rajoy; no hay ningún pacto PSOE-PP, eso es cosa de Cascos y los casquistas; el Gobierno margina a Asturias con su política de infraestructuras; el Gobierno no se implica en la defensa de El Musel y la autopista del mar; Asturias dispone de la mejor sanidad, educación y servicios sociales, en contraste con Madrid, Cataluña, Valencia o Castilla-La Mancha; el proyecto de presupuestos está pensado para respaldar a los que más lo necesitan. Y en ese plan. Como el debate acontece a la semana de estallar el “caso Villa”, el presidente propuso un pacto al resto de partidos para hacer lo mismo que el PSOE: expulsar del cargo público al militante que se le abra juicio oral. La verdad es que si se trata de hacer un pacto contra la corrupción hay medidas más eficaces para acabar con la robadera de lo público.
Discutir sobre la sintonía PSOE-PP es absurdo, porque los acuerdos sobre créditos extraordinarios hablan por sí solos, así como las normas (Ley del Presidente) que se llevan a la Cámara. Criticar a Rajoy por incumplimientos está bien, pero sin pasarse, porque quejarse del abandono de la autopista del mar, cuando el presidente asturiano no dijo ni una palabra, es excesivo. La excelencia de los servicios públicos es pura propaganda: ocho meses para consultar con un psiquiatra, los empleados de la Dependencia de patitas en la calle y el salario social con 16 meses de retraso. Ahora bien, nada resultó tan chocante como las quejas por el trato que da Rajoy a Gijón, realizadas por el presidente que más se desentendió de la villa de Jovellanos en la democracia.