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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA CAÍDA DEL PEDESTAL

El internamiento hospitalario de cualquier ciudadano exige respeto, aunque se apellide Fernández Villa. Está en manos de los médicos y a ellos les toca decidir, siendo la información un asunto que interesa al paciente y a su familia. Visto desde lejos, y con nulo conocimiento de la materia, el “cuadro confusional” que le llevó al servicio de Urgencias del HUCA no está entre los síndromes más preocupantes que puede presentar un enfermo, así que cabe esperar una pronta recuperación.

Difícil de recuperar, sin embargo, el aprecio de amigos y seguidores, porque la imagen del líder minero ha quedado hecha añicos. De lo que más presumía Villa, un profundo sentido de clase, trayectoria vital guiada por ideales, desapego a los bienes materiales, aversión al modo de vida burgués, exaltación de la austeridad, no pasaba de ser una representación teatral, pura farsa. La diferencia entre la persona y el personaje, cuando es de dominio público, provoca, por si sola, el cuadro confusional más agudo que quepa imaginar. Ni él mismo sabe si es el líder de un sindicato obrero coriáceo o el ciudadano adinerado que oculta su riqueza a Hacienda. Desde la paz de Westfalia, cuando la sociedad se dejó de regir por códigos fundamentalistas y las guerras de religión quedaron superadas, todos estamos atravesados por contradicciones. En nuestro fuero interno negociamos el choque entre valores opuestos que en alguna medida practicamos. Ahora bien, lo que no está en manos de nadie es hacer convivir el blanco con el negro, estar al frente de piquete y acogerse a la amnistía fiscal. Sólo desde la etiqueta de impostor se puede compatibilizar el perfil social de Villa y la montaña de billetes que guardaba en casa.

No sentí ninguna sorpresa cuando saltó la noticia. Ni la menor decepción. Me asombra que gente con mucha mayor información que la mía sobre el personaje hayan quedado destrozados, sumidos en un mar de lágrimas. Puedo entender los casos particulares, de personas inocentes, confiadas, que quedaron emocionalmente afectadas por el escándalo. Pero, desde claves psicológicas es complicado explicar comportamientos tan ampliamente mayoritarios. Al final, la razón es otra: la ideología. Todas las personas nos asomamos al mundo desde premisas ideológicas, pero cuando la carga ideológica es muy densa la militancia se vuelve ciega. Convertirse, sobre todo, en creyentes, es volver a la Guerra de los Treinta Años.

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por JUAN NEIRA

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