La negociación sobre el presupuesto continúa por la ruta sinuosa trazada desde la Presidencia del Principado, dando datos parciales para que los grupos de la oposición no puedan comparar el proyecto de 2015 con el presupuesto actual. Por poner un ejemplo, en educación consta el gasto de 289 millones de euros, cuando en realidad, al agregar las nóminas del personal ascenderá hasta los 800 millones. El conjunto de gasto social (sanidad, educación y bienestar social) no bajará de los 2.600 millones. Lo mismo ocurre en el capítulo de gastos financieros donde consta un vencimiento de deuda por valor de 345 millones, pero se desconoce el volumen del pago de intereses. En 2013, con una amortización de deuda muy inferior (224 millones) el total del gasto financiero se elevó hasta los 386 millones, lo que nos da pie a pensar que en 2015, entre deudas e intereses el Principado tendrá que reservar una partida muy por encima de los 500 millones. Este dato nos da una de las claves del presupuesto, porque desvela las razones del irritante descenso de la inversión. En el último ejercicio parecía que la inversión había tocado fondo con la escuálida cifra de los 364 millones, pero estábamos equivocados, el Gobierno socialista todavía era capaz de reducir su aportación a la economía productiva para colocarla por debajo de los 330 millones.
Fue Marx quien dijo que la retórica ideológica desaparecía al llegar a los presupuestos, y tal parece que el viejo revolucionario hacía una profecía pensando en la Asturias de Javier Fernández. Todo un mandato diciendo que la prioridad de las prioridades del Gobierno socialista es la creación de empleo y se rebaja la inversión a niveles que no se conocían desde el siglo XX. Esa es la gran contribución del Ejecutivo socialista a la economía productiva. Critican sin rubor las cuentas de Rajoy y confeccionan unos presupuestos que no tienen ningún compromiso con el relanzamiento de la economía. Resulta sarcástico que se haga un llamamiento a la oposición para aprobar unas cuentas pensando en los más débiles y, después, accionan el freno de mano al llegar a la inversión.
Deuda e intereses se encaraman al tercer puesto en el ranking del gasto, por detrás de la sanidad y no muy lejos de la educación. Los gastos financieros no son negociables, mientras que la responsabilidad de la inversión se puede dejar en manos del sector privado. Este parece ser el guión del presupuesto.