Pablo Iglesias ha superado la prueba más difícil que tenía para lograr su objetivo: ganar la batalla interna. En una organización tan desorganizada como es Podemos, donde cada afiliado es deudor de su singular pasado y su original forma de enfrentarse al presente, al líder y fundador del partido le había nacido una oposición interna ante sus propias narices: los eurodiputados que viajan y trabajan con él. La plataforma, “Sumando Podemos”, encabezada por el eurodiputado, Pablo Echenique, planteaba un modelo de partido sumamente flexible y atractivo para los que creen que estamos a tiempo de inventar el mundo: nada de jerarquías, tres portavoces, poder para las bases y un 20% de la dirección por sorteo. A su lado, la CNT de Buenaventura Durruti era un grupo conservador y jerárquico.
Pablo Iglesias proponía un partido con secretario general –una rancia antigualla que probablemente nazca de la secreta admiración de los profesores de Ciencia Política por la figura de Vladímir Ilich Uliánov-, pero que tenía el realismo de apostar por el liderazgo unipersonal, algo que rechazan los adanistas, pero que aporta ventajas a quien lo practica, sean los equipos de fútbol o el imperio de Inditex. Pablo Iglesias también propuso algo que va contra el espontáneo sentimiento de las bases: renunciar a presentarse a las elecciones municipales con la etiqueta de Podemos. Con razón, temía la infiltración de viejos rockeros de mil batallas perdidas en las candidaturas de Podemos para convertirse en alcaldes amparados en la potencia del discurso y la capacidad de convocatoria del fundador del grupo. Pues bien, pese a toda esa cura de realismo, las bases refrendaron sus propuestas con el 80% de los votos. El 15 de noviembre saldrá elegido secretario general, porque aprobadas las tesis el respaldo al autor de las mismas está asegurado.
Pésima noticia para los partidos del establecimiento. En las encuestas nacionales, Podemos ya está por encima del PSOE, y en Asturias empata con el socialismo de Javier Fernández: once escaños frente a once. El presidente del Principado tiene que simultanear su alergia hacia Álvarez-Cascos con el rechazo a Pablo Iglesias. Para recuperar el terreno perdido está Guillermo Martínez en Buenos Aires a semana completa. Es importante que los argentinos voten a Javier Fernández para compensar los miles y miles de asturianos que votarán a Cascos y a Pablo Iglesias.