La comisión parlamentaria de investigación del “caso Villa” comenzará a trabajar a mediados de noviembre, y las comparecencias de las personas citadas no tendrán lugar hasta el 2015. Teniendo en cuenta que la Cámara quedará disuelta en la primera semana de abril el tiempo para investigar resulta limitadísimo, máxime si los señores diputados no hacen una excepción en su calendario laboral, donde el mes de enero está oficialmente dedicado al descanso. A todo ello hay que añadir el asunto de la documentación, ya que si se revisan con detalle los papeles relacionados con los fondos mineros la tarea de los diputados se multiplica y el tiempo discurrirá en el simple cotejo de datos.

La condición obligada, aunque no suficiente, para que el trabajo de la comisión sea exitoso es la presencia de Villa en la Junta General del Principado; si el exsecretario general del Soma acepta someterse al método de las preguntas y las respuestas podrán formularse hipótesis que expliquen el súbito enriquecimiento del líder minero. No creo que el asunto discurra por esos derroteros. Dudo mucho que Villa se siente en el sillón de los sospechosos. Sus vivencias en esa casa, durante 24 años como diputado autonómico, son las propias de un personaje poderoso, rodeado de aduladores, que intimidaba con su sola presencia. Si entonces no salía a la tribuna a hablar, mucho menos lo va a hacer ahora que ha sido degradado en el partido y en el sindicato. En las últimas comisiones de investigación se ha aceptado un modo de comportamiento singular, que consiste en llegar, abrir los micrófonos y poner a bajar de un burro a los diputados, negándose luego a contestar a sus preguntas. No entiendo cómo lo admitieron los presidentes de las comisiones, pero una vez homologado ese comportamiento surgirá una legión de imitadores.

La historia de la herencia de la madre parece más un pretexto que un argumento, no muy propio para utilizar en un Parlamento, pero a lo mejor se acogió a ese relato porque no tiene a mano otro más convincente. Como en tantas ocasiones, realidad y apariencia difieren. Villa se jugará el tipo si un día se ve sentado en el banquillo de los acusados de un juzgado. En la comisión parlamentaria el examen es para los diputados. Si al terminar los trabajos no logran presentar unas conclusiones satisfactorias, que vayan más allá de lo que pueda decir cualquiera en este momento, el descrédito tendrá efectos en las urnas.