Rolando Fernández, hijo de José Ángel Fernández Villa, va a llevar al juzgado al Montepío de la Minería por haberle destituido de la dirección del geriátrico de Felechosa. El Montepío le recolocó en un puesto inferior, con la mitad de paga. Rolando no está de acuerdo con la modificación de sus condiciones laborales y acude a los tribunales.

Situaciones como estas se dan en Asturias todos los días. Cambio de gestores en la empresa, revisión de la cuenta de pérdidas y ganancias, destitución de un responsable por malos resultados económicos, y disputa en el juzgado por las características del contrato blindado con 80.000 euros. La más cotidiana normalidad. Si el asunto tiene suficiente sustancia para convertirse en noticia es que porque el responsable del departamento que arroja números rojos es hijo de Villa, el mismo al que blindó el contrato el presidente del Montepío, José Antonio Postigo, que a su vez fue sustituido por González Pulgar, entre un mar de murmullos ensordecedores. Una de las primeras actuaciones de Pulgar fue apartar a Rolando de la dirección del geriátrico.

Es difícil hablar del embrollo judicial sin tener en la cabeza a José Ángel Fernández Villa, al que no pudimos ver salir del hospital por la puerta de atrás, después de estar internado varios días en el Huca, aquejado de síndrome confusional. Sin saber ni una palabra de medicina, acertamos al pronosticar una pronta recuperación. La confusión en su caso es lo que llaman psiquiatras y psicólogos, neurosis adaptativa, al pasar, en un abrir y cerrar de ojos, del bienestar y la admiración a ser objeto del desprecio colectivo. Tiene que pasar un tiempo para poder reubicarse, para aceptar que lo echaron del PSOE, del Soma y del Montepío de la Minería, y digerir que el ejército de seguidores borró su nombre de la placa de vecinos ilustres de Langreo. De líder a apestado, en los dos minutos que lleva leer una noticia en un periódico.

Los avatares laborales de Rolando son inseparables de la peripecia del padre. La actualidad de la región gira en torno a Villa, así que el primero afectado será su vástago. Desde una perspectiva humana se entienden todas las posturas y reacciones, menos la del grupo de comensales que reponen fuerzas bajo el cartel de “Tuilla no se lo merece”. Necesitaron ver al líder por los suelos para recuperar la capacidad de opinar y discrepar. Y eso que estamos en una democracia.