Continúa el vodevil de la consejera defensora de los pobres y empresaria de éxito en construcción de equipamientos sociales. La obra del geriátrico de Riaño fue adjudicada por la Consejería de Bienestar Social por 6,9 millones de euros. La empresa ganadora del concurso subarrendó carga de trabajo a Davelco, sociedad de la que Esther Díaz tiene el 19,8% del accionariado. Más cosas. La residencia de tercera edad de Llanes, “Sierra del Cuera”, tiene como vicepresidente y consejero al marido de la consejera que, a su vez, es socio mayoritario de Davelco. El catedrático de Derecho Constitucional, Ingacio Villaverde, nada sospechoso de tener antipatía al PSOE, considera que hay una incompatibilidad entre el cargo de la consejera y su actividad empresarial. Como el PSOE es experto en detectar tormentas, se muestra dispuesto a negociar el endurecimiento del régimen de incompatibilidades de los altos cargos del Principado. A buenas horas mangas verdes.
Esther Díaz continúa sumida en la contradicción de calificar de indecente la información de EL COMERCIO y declarar, a renglón seguido, que no es ninguna noticia porque ya lo sabía todo el mundo. Si es legal y ya lo sabían todos a qué viene tanta escandalera. Desde estas líneas hacemos análisis político, las sutilezas jurídicas se las dejamos a Ignacio Villaverde que lleva media vida estudiando estos asuntos. Si a cualquier persona ajena a la polémica le planteamos su opinión sobre el proceder de un gobernante que adjudica una obra que luego va a ser subarrendada por una empresa de su propiedad, no tendrá duda en calificar la maniobra de impresentable. El dinero público que gestiona un político no puede redundar en beneficiar a una sociedad mercantil de su propiedad. Davelco tiene que abstenerse de participar en obras financiadas con el presupuesto de Bienestar Social. Parece increíble que haya que explicarle cosas tan elementales a Esther Díaz. El famoso listón de la ética de Jesús Gutiérrez (diputado y número dos de la FSA) no puede estar más bajo. Yo creo que se lo salta Monago.
Javier Fernández estaba muy orgulloso de sus proyectos de transparencia y buen gobierno, y resulta que nuestro presidente ve con buenos ojos que un miembro del Ejecutivo tenga dos vías para obtener recursos del Principado, la nómina y la cuenta de pérdidas y ganancias. El presidente no dice ni pío, se limita a mirar con inquietud la palma y el dorso de sus manos.