La apertura de juicio oral decidida por el juez Pablo Ruz contra 43 imputados del “caso Gürtel” ha conllevado la defenestración de Ana Mato, que deja el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad con insistentes explicaciones sobre lo ajena que es a todo delito. Formalmente, la ministra se despide voluntariamente al presentar su dimisión para evitar dañar al “Gobierno de España, a mi presidente y al PP”. Todo indica que Mato no estaba dispuesta a dimitir, pero Rajoy hizo gestiones para que optara por abandonar el Gobierno. No me extraña la primera reacción de la ministra, ya que el presidente la protegía desde hace años de todas las acusaciones recibidas, pero lo que Mato olvidaba es que Rajoy siempre cobija a los que luego despide.
El juez señala que Ana Mato es partícipe a título lucrativo y que le tocará asumir la presunta responsabilidad civil de los supuestos delitos cometidos por su ex marido, Jesús Sepúlveda, alcalde de Pozuelo de Alarcón cuando colaboraba en la red de Gürtel dirigida por Francisco Correa. Con la perspectiva que da el tiempo transcurrido, las exacciones de la Gürtel fueron la primera guerra púnica del PP de Madrid. Ana Mato ha optado por la estrategia defensiva de negar el conocimiento de los hechos. No refuta los hechos, niega tener conciencia de los mismos. Reconoce que disfrutaba de las fiestas de cumpleaños y de las primeras comuniones de sus hijos, pero ignoraba quien pagaba la factura. Lo mismo sucedía con los viajes de placer y con los regalos lujosos que recibía. En el fondo es la escenificación del rancio rol de la mujer tradicional que confía en su marido, porque pensar mal es un pecado. Es tan rentable ser inconsciente…Visto desde fuera puede parecer un supremo ejercicio de cinismo, pero lo mismo ocurre con la cúpula del PP en los papeles de Bárcenas. Se renuncia a elaborar complejas coartadas, simplemente se pone rostro impasible y que el juez siga pidiendo pruebas.
El espectáculo parlamentario del PSOE y PP, tirándose riestras de chorizo a la cabeza, es deprimente. Pedro Sánchez se olvida de Andalucía y Mariano Rajoy de Suiza. Sólo CiU acumula escándalos mayores de qué avergonzarse. Entre tanto estiércol uno siente que el caso de Ana Mato es distinto, porque de todos los encausados en los macroprocesos de corrupción no hay nadie tan espiritual que sea capaz de vivir con un hombre sin percatarse del jaguar que guarda en el garaje. Y eso que ruge.