El presupuesto regional de 2015 enviado por el Gobierno socialista al Parlamento incluye un informe económico donde se dice que “las administraciones públicas no se pueden permitir bajadas de impuestos si quieren mantener el nivel mínimo de gasto para sostener el Estado del Bienestar, donde las políticas sociales (Educación y Sanidad) juegan un papel primordial”. En el mismo documento donde se recoge un descenso de dos puntos en el tramo autonómico del IRPF se dice que la rebaja de impuestos hace insostenible el gasto social. No es que el Gobierno de Javier Fernández diga dos cosas distintas en foros diversos, es que en el mismo documento hace dos afirmaciones opuestas sin el más ligero pestañeo. En un mismo papel apuesta por el blanco y por el negro, sin que se le caiga de las manos. Como somos hijos de la civilización greco-latina, regida por el cerebro, se pierden 32 millones de ingresos a cambio de lograr la foto de las cuentas aprobadas. Pero como también heredamos la pasional influencia judía, se espetan los postulados ideológicos para satisfacer la identidad del grupo. La cabeza de Javier Fernández contra las tripas del PSOE ¿Con qué quedarnos?

En el presupuesto mandan los números, así que la consecuencia directa de la aprobación de las cuentas es la bajada de tributos. Pero cuando lleguen las elecciones la cabeza de Javier Fernández coincidirá con las tripas del PSOE y desde el estrado de los mítines volverá el mensaje tradicional, “la derecha baja los impuestos porque no le importa socavar las bases del Estado del Bienestar”. Aplausos encendidos. ¿Demagogia o algo más fuerte? Lo más curioso del asunto es que la disminución de la presión fiscal, exigida por Cherines y complacida por Javier Fernández, se empezará a aplicar en el año 2016, cuando estará al frente de la región otro gobierno. Lo que ahora se necesita es relanzar la economía y el presupuesto minimiza las inversiones. El bipartidismo no atiende las demandas urgentes de los asturianos.

En la contradicción entre letras y cifras está la huella inequívoca de la chapuza. Primero mandan al Parlamento una Ley de Transparencia que en cada renglón merece una enmienda, por razones ortográficas, sintácticas y políticas. Luego hacen lo mismo con la Ley de Buen Gobierno e Incompatibilidades de Altos Cargos. Y por último envían un presupuesto que exige subir y bajar los impuestos. Constatado: son unos fenómenos.