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Juan Neira

LARGO DE CAFE

INDUSTRIA, SECTOR RESIDUAL

La novedad de los últimos días fue el anuncio de cierre de Alcoa, motivado por el monto de la factura eléctrica. 400 trabajadores pueden ir a la calle si la empresa no consigue rebajar el precio del suministro. Alcoa es una gran multinacional que pertenece al núcleo duro de la industria asturiana, del que tan orgulloso está la clase política de tenerlo, aunque nada hace por mantenerlo.
El ministro, José Soria, se encogió de hombros ante el anuncio de Alcoa al considerar que se trata de una decisión interna de la empresa. Así habla un ministro responsable. El presidente del Principado hizo un guiño a Núñez Feijóo, que también tiene una planta de Alcoa en La Coruña bajo amenaza de cierre, pero se ha limitado a decir que la solución está en el tejado del Ministerio de Industria, sin avanzar propuestas concretas. ¿Es un problema de apatía ministerial? ¿Debe ceñirse la reflexión a la tarifa eléctrica? ¿Qué está pasando para que la industria asturiana vaya de cierre en cierre, de oca en oca, hacia la liquidación del sector?
Como bien dijo Unedisa, la patronal siderúrgica, en el fondo del conflicto de Alcoa late el problema de la política industrial española. Un asunto que viene de muy lejos.
MINISTROS
Nunca se cuestiona la necesidad de contar con política agraria, sanitaria, educativa o laboral. Se puede discutir sobre si son acertadas o erróneas, pero no se duda de su necesidad, algo que no ocurre con la industria. Carlos Solchaga, siendo ministro de Economía, dejó una frase para la posteridad: “la mejor política industrial es la que no existe”. Y eso que él había sido ministro de Industria. Unos años más tarde, se cambió el nombre, de Ministerio de Industria a Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Por aquellos tiempos una mano invisible dictaminó que los ministros del ramo tenían que ser catalanes. A mí me lo dijo un día un alto dirigente del socialismo asturiano y no me quedó otro remedio que atenerme a los hechos. Con el Gobierno de Aznar, Josep Piqué y Anna Birulés, y tras ganar Zapatero las elecciones, José Montilla y Joan Clos. Con gobiernos socialistas o conservadores, Cataluña tenía el monopolio de la industria en el BOE. La ignorancia de los ministros no importaba, sólo contaba su origen. Montilla era un liberado del partido especializado en ganar congresos del PSC y en montar candidaturas electorales. Clos tenía un arte más noble: anestesiar a los enfermos. En resumen: la famosa anécdota de un concejal del PP ovetense que fue miembro del consejo de administración de Hidrocantábrico, y que en una intervención confundió kilovatios con kilopondios, pero elevada a categoría ministerial.
¿Qué significaba que el ministro de Industria tenía que ser catalán? Muy sencillo, que el vacío de la política industrial había sido cubierto por los lobbys. Un ejemplo; nada más llegar Montilla al ministerio se organizó la “operación Endesa” con la Opa de Gas Natural. Los catalanes, que ya se habían hecho con el negocio del gas en tiempos de Jordi Pujol, querían hacerse con el operador eléctrico líder del mercado.
ALCOA, MITTAL, ZINC
La política de los lobbys hizo que los intereses industriales quedaran subordinados a las necesidades del clan de las eléctricas. A partir de ahí se organizó el escándalo de los peajes, asignando todo tipo de costes a la factura que reciben los consumidores. Arcelor Mittal pagará en 2015 un 10% más por suministro eléctrico que este año. Alcoa puede tener un incremento muy superior, si no se remedia en una próxima subasta.
Vean qué ilustrativa contradicción. Por permitir que quede interrumpido el suministro eléctrico en sus factorías, ArcelorMittal, Alcoa y Asturiana de Zinc reciben cada año menos dinero, pero las plantas de gas de ciclo combinado, propiedad de las eléctricas, reciben del Estado unos ingresos crecientes por su simple disponibilidad a generar energía que compensa el mantenimiento de esas plantas que se pasan el 90% del año paradas por falta de demanda.
A la industria productiva le quitan ayudas y a los activos ociosos de las eléctricas les elevan artificialmente los ingresos para librarles de la bancarrota. Con políticas así el sector industrial se convierte en residual. A falta de chimeneas nos quedará vivir del turismo de las Canarias, donde Soria nos espera en bermudas.

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