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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA FABRICONA Y LA CARRETERONA

Ahora que por fin finaliza la construcción de la autovía del Cantábrico es bueno recordar que el corredor que cruza transversalmente la región pasó de ser una carretera de doble calzada a convertirse en bandera de los asturianos, aspiración de empresarios, demanda de alcaldes y test de relación con los gobiernos de Madrid.
Hubo un tiempo en que la decadencia de Asturias se imputaba a los retrasos de la autovía, y que creíamos que el problema del paro se resolvía con licitaciones, adjudicaciones y ejecuciones. Todo eso ocurrió en los años noventa del siglo pasado, cuando dejamos de creer en el mito de la reindustrialización y nos convertimos devotos de la comunicación. Años plagados de citas de Jovellanos, porque el clarividente prócer ya entrevió todos los ejes de tránsito que los gobiernos de la contemporaneidad y de la democracia nos habían hurtado.
Tras derrumbarse el señuelo de la “fabricona” nos adherimos a la ilusión de la “carreterona”. Los mismos políticos que habían fracasado con las chimeneas nos vendieron la mercancía de la doble calzada, como si fueran intercambiables. Toda la etapa autonómica corriendo detrás de fantasmas para llegar al vacío absoluto en el que estamos instalados, donde los mismos mercachifles que antes hablaban de reindustrialización y de autovías se han quedado sin baratijas en el zurrón.
CUENTOS Y LEYENDAS
Las autovías no trajeron la prosperidad anunciada y vuelve el viejo problema de la desindustrialización. El mercado global no sólo es incompatible con la creación de fábricas por decreto, sino que tampoco acepta la reconversión del pasado: competencia de costes o cierre de planta. Ese es el dilema. Veamos los cuentos y leyendas de 30 años.
El núcleo de las tres primeras legislaturas de la etapa autonómica fue la reindustrialización. Gobierno, oposición y agentes sociales clamaban por ella. La crisis del sector naval, del siderúrgico, de los bienes de equipo, etcétera, habían dejado el sector industrial desmantelado (lo del desmantelamiento se decía mucho) y se pretendía atraer nuevas empresas sobre las ruinas de los sectores maduros. En el imaginario colectivo de la clase dirigente flotaba el modelo de industrialización que conoció Avilés en la posguerra, realizado a golpe de BOE.
Pese a la creación de las ZUR (Zona de Urgente Reindustrialización), con subvenciones, beneficios fiscales y créditos blandos servidos por el Gobierno de Felipe González, las nuevas factorías no florecieron. Atada a esa estrategia estaba la clase política hasta que Rodríguez-Vigil pisó la piel de plátano del petromocho, obsesionado con la idea de captar inversiones, y se dejó de hablar de reindustrialización.
AUTOVÍA DEL CANTÁBRICO
El duro fracaso trajo un nuevo paradigma: la construcción de autovías. Nos vendieron la idea de que no atraíamos inversiones ni creábamos empleo porque teníamos unas comunicaciones modelo Bosnia-Herzegovina. Gobiernos y oposiciones pasaron a hablar de carreteras. A ese objetivo fueron destinados los fondos mineros, la inversión del Estado y la débil capacidad de financiación del Principado. El nuevo buque insignia fue la autovía del Cantábrico. Cuando se inauguró la ronda exterior de Gijón se dijo que era un paso decidido hacia Europa.
Las vías de doble calzada suponen un avance incontestable, pero no son un incentivo económico directo ni dinamizan el empleo. En la actualidad tenemos exceso de ellas, como se puede comprobar por el escaso tráfico que circula por la autovía minera o por la antigua carretera, Gijón-Oviedo, convertida en flamante autovía.
El problema no está en el exceso de obras, aunque no sea un ejemplo de asignación de recursos, sino en el sustrato de esa política: la apuesta por el hormigón. La construcción se impuso como motor del progreso, llegando a situaciones insospechadas como que los responsables de la Universidad de Oviedo dedicaran sus mejores energías a diseñar campus, levantar edificios y gestionar terrenos.
Después de exprimir hasta la extenuación los mantras de la reindustrialización y del hormigón llegamos al presente donde vemos que las fábricas que habían superado la fase de reconversión y el fantasma de la reindustrialización, entran en trance de cierre o deslocalización, porque pierden el tren de la competitividad.
La amenaza pilla sin argumentos al Principado, porque se ha quedado sin el comodín para sus discursos. Ya no cabe vender las bondades de las zonas de urgente reindustrialización ni tampoco se puede decir que por la autovía del Cantábrico traerá empleo a 120 kilómetros por hora.
El Gobierno asturiano se ha quedado sin recursos. El mejor ejemplo fueron los créditos extraordinarios pactados con el PP, que a falta de industrias y carreteras, dedicaron la financiación a piscinas. Como bien dijo Ignacio Prendes, PSOE y PP invierten en ellos mismos.
Alegrémonos del fin de la autovía del Cantábrico, pero sepamos que llevamos treinta años haciendo las cosas mal. Lo dicen los números: entre 1980 y 2012, el empleo creció el 51% en España, mientras que en Asturias descendió la nómina de empleados.

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