Dentro de un mes empezará la campaña de las elecciones autonómicas y municipales. Los dirigentes políticos se encuentran en el momento de mayor debilidad del ciclo político: sin escaño y en manos de los electores. Celebrados los comicios, formadas las cámaras y elegidos presidente regional y alcaldes, ocurre todo lo contrario, los gobernantes tienen el futuro blindado por cuatro años y las quejas de los ciudadanos provocan el mismo efecto que el ladrido del perro a la Luna. Ahora tiene la oportunidad la opinión pública de condicionar el próximo mandato; tras pasar por las urnas, ya será tarde.
TELEVISIÓN
Basta ya de campañas electorales para menores de edad. Deben darse unos requisitos formales y explicitarse unos compromisos programáticos mínimos. Las campañas a base de efluvios emocionales en mítines, zahiriendo a los rivales y escondiendo la mercancía propia, son propios de países atrasados. Que cada partido organice la campaña como mejor considere, pero los debates en televisión tienen que ser obligados. Tras una legislatura de debates ventajistas con la oposición, apoyado en el reglamento de la Cámara, el presidente y candidato socialista, Javier Fernández, tiene que contrastar sus ideas con los candidatos de los principales partidos, en pie de igualdad. Sin garantizar debates televisivos, la campaña nace viciada.
La ciudadanía se ha acostumbrado a que el paso de las promesas electorales a la gestión del gobierno sea tan radical como el cambio del blanco al negro. Durante años se ha recordado cómo Zapatero negó en la campaña de las elecciones generales de 2008 que la crisis económica afectara a España, y luego hubo cinco millones y medio de parados. El engaño me pareció muy relativo, porque los presidentes no son los heraldos de las recesiones económicas, y todo el que tuvo interés conocía lo que estaba ocurriendo. Lo inaceptable es ocultar las medidas que se van a aplicar al llegar al gobierno. El caso más extremo es cuando se dice una cosa (bajar los impuestos) y se hace la contraria (subir impuestos). Las mentiras de Rajoy serán su gran hándicap para tener un segundo mandato.
En las campañas hay que explicitar compromisos para la legislatura que refuercen el vínculo entre los candidatos y los electores. No quiero decir que los políticos nos anticipen todo lo que van a hacer si gobiernan, porque más de la mitad de sus actos dependen de situaciones difíciles de prever. A nadie se le puede pedir que diga cuántos puestos de trabajo se van a crear en la legislatura, porque los gobiernos crean una cantidad reducida de empleo directo, y de las decisiones de los empresarios no pueden responder los presidentes de gobierno. En esa materia los anuncios son siempre demagógicos, empezando por aquella promesa de 800.000 empleos que llevó a Felipe Gónzalez a La Moncloa, y que luego se trocó en más paro.
IMPUESTOS, INVERSIONES
Los candidatos pueden y deben anticipar lo que van a hacer con los impuestos, los planes de inversión que va a acometer y las principales leyes que van a desarrollar. No se puede recurrir al engaño de firmar, en el pacto social, 1.500 millones de euros de inversión en obra pública, y terminar el mandato con la tercera parte realizado.
En esta misma materia, los candidatos se deberían comprometer a cambiar una situación que sólo se da en Asturias: las adjudicaciones de obra pública son para empresas foráneas. No había sucedido hasta que llegó Javier Fernández a la Presidencia. En 2012, el 52% de la obra pública fue para empresas de otras comunidades autónomas; en el 2013, la cifra se elevó al 62%; y en el último año quedó en el 60%. El presidente había asegurado a los empresarios, en 2013, que iba a invertir esta tendencia, pero terminó consolidándose. Hay un sector de la construcción que sopesa anunciar la renuncia a participar en los concursos públicos del Principado. Tomaduras de pelo, las justas.
Curiosamente, con la aparición de nuevos partidos –Podemos, Ciudadanos- no parece que vaya a cambiar el desentendimiento de las candidatos de la opinión pública. Muestran una flexibilidad, aún mayor, si cabe, que los partidos tradicionales a la hora de entender el mandato de las urnas.
INVESTIDURA
Me refiero al elemento clave del mandato que es la sesión de investidura. En Andalucía, un sector de Podemos opta por facilitar la investidura de Susana Díaz, con lo que muchos electores tendrán la sensación de fraude electoral. Decisiones de menor entidad las toman en asamblea y, sin embargo, Íñigo Errejón dice que una resolución interna impide la consulta a las bases sobre el apoyo o rechazo a la investidura presidencial.
Por su parte, en Ciudadanos hablan de crear una oficina o departamento para el análisis de alianzas, como si con los votos recibidos se pudieran hacer todo tipo de combinaciones de espaldas a la gente.
En la campaña electoral, los candidatos deben dejar claro si se va a apoyar a cualquier otro partido para hacerse con el gobierno. Privar de esa información al cuerpo electoral es una forma de engaño. No es de recibo que el voto al PP en las elecciones a la Junta General del Principado en 2012 haya servido para que el PSOE contara con una mayoría absoluta que no le habían dado las urnas.