Los discursos de precampaña electoral no han dado en la diana. No digo que no hayan sido eficaces para ridiculizar a los rivales en las urnas, sino que no han abordado el verdadero mal que aqueja a nuestra región. Hay que ir a los distintos estudios económicos que se publican a lo largo del año para comprender la patología asturiana.
El reciente informe del gijonés Ángel de la Fuente, investigador y director de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), muestra cómo la inversión pública se derrumbó en las comunidades autónomas a lo largo de la última década. En la mayor parte de las regiones se invierte menos de un 50% que en el año 2003. En algunos territorios el recorte de inversión fue especialmente duro, como es el caso de Asturias. De 2003 a 2014, la inversión en el Principado quedó reducida a una tercera parte. El 65% de la inversión en Asturias se esfumó en medio de retóricos discursos sobre la importante actuación del Principado como locomotora de la economía regional.
Para regocijo de los catequistas de izquierda, en Madrid y en Castilla-La Mancha el desplome de la inversión pública fue aún mayor, como corresponde a regiones gobernadas por malditos y corrompidos neoliberales. Sin embargo, las comparaciones cambian para peor, si nos fijamos en la evolución del gasto corriente (sueldos de funcionarios, transferencias corrientes, compras de bienes, etcétera).
EL DERROCHE
Asómbrense, en la última década, en ninguna región aumentó tanto el gasto corriente como en Asturias. Ni en la derrochadora Generalitat catalana, con su inmersión lingüística y su legión de embajadas, ni en el desquiciado PP valenciano, que todo lo que toca lo pervierte, ni en la Andalucía de la sopa boba y los fraudulentos expedientes de regulación de empleo, aumentó tanto el gasto corriente como en Asturias. El Gobierno de la FSA aumentó el gasto corriente seis veces más que en Castilla-La Mancha y cuatro veces más que en Madrid.
En resumen, el Principado recortó la inversión generadora de empleo en una proporción que sólo superaron los gobiernos más ultraliberales, y lideró el aumento del gasto corriente en España hasta hacer palidecer de envidia a los políticos más populistas (va por tí, Monago, que quedaste en gasto superfluo punto y medio por debajo de los gobiernos de la FSA).
Esperanza Aguirre recortó fuertemente la inversión y el gasto corriente, redujo el tamaño de la Administración y puso los recursos en manos del mercado. El Principado recortó la inversión casi tanto como en Madrid e incrementó el gastó cuatro veces más, con lo que tuvo que subir los impuestos en vez de bajarlos, y todo para dejar intacto el sector público asturiano, para el que trabajamos involuntariamente todos los asturianos.
Hay que retroceder más de medio siglo, hasta llegar a la autarquía, para encontrar un gobierno que tuviera tanta fe en un sector público ineficiente, causante del creciente gasto corriente.
Cuando empezó el mandato, el Ministerio de Hacienda propuso a las comunidades autónomas que presentaran planes de recorte del sector público. El Principado hizo la propuesta más tímida de las diecisiete regiones, y tres años más tarde es el que más incumple el plan diseñado. El Gobierno asturiano fue el que asumió un compromiso más leve y, aun así, es el que presenta un mayor grado de incumplimiento.
LA ENFERMEDAD
¿Qué ocurre cuando se ceba el gasto corriente y se deja de invertir? Si se lidera el crecimiento del gasto corriente, para financiarlo hay que hacer dos cosas, subir los impuestos y aumentar el endeudamiento. En presión fiscal vamos a la par de los catalanes, y nuestro ritmo de endeudamiento es inasumible: un millón de euros más de deuda cada día. Empleadas las mejores energías en gasto ineficiente, el Principado se queda sin recursos para invertir.
Si no se invierte no se crea empleo y si, además, suben los impuestos se impide al sector privado que tire de la economía. No lo digo yo, lo dice un estudio del BBVA, que sitúa a Asturias como la segunda región que menos creció en 2014 y la que menos crecerá en 2015.
Una vez que la prioridad oficial de crear empleo queda convertida en papel de usar y tirar, la fortaleza de la sanidad y la educación asturianas no pasan de ser mera propaganda. Las cifras espantan a los demagogos.
En el presente año, en el conjunto de las 17 comunidades autónomas el gasto en sanidad crecerá el 2,4%, mientras que en Asturias aumentará en el 0,7%. La media autonómica de gasto en educación se elevará en el 2,6%, y en Asturias se limitará a aumentar el 0,5%. Cinco veces menos de incremento de gasto en educación y casi cuatro veces menos en sanidad.
La reducción del déficit público, objetivo asumido por Javier Fernández al inicio del “trienio blanco” (2012-2015, con el gobierno mano sobre mano), ejecutada a base de detener la inversión e incrementar el gasto corriente, ha originado subida de impuestos y del endeudamiento, la renuncia a crear empleo y el resquebrajamiento de los servicios públicos.
Esa es la patología asturiana. A curar la enfermedad que nos aqueja deberían dedicarse todos los candidatos electorales, dejando de lado otras cuestiones. Sé que hay muchas urgencias, pero nada se solucionará mientras no curemos la patología regional. El curandero que nos libere del mal contará con mi voto, como si se apellida Fernández.