El estupor provocado en Asturias con los presupuestos del Estado para 2016 ya contaba con el precedente de la sorpresa recibida por las cuentas del año 2014, cuando la inversión estatal se desplomó en nuestra región más que en cualquier otro territorio. Dos batacazos, separados por un solo año de tregua, obligan a sacar conclusiones.
Haríamos bien en pensar que no estamos ante hechos singulares, de naturaleza extraordinaria, sino ante una forma de distribuir los recursos acorde con los tiempos actuales. No caigamos en el error de creer que estas cosas ocurren cuando gobierna el PP y que todo será diferente al llegar la izquierda al poder.
Una de las razones que hace más vulnerable la posición de Asturias es el encono de la lucha política en España. El proceso empezó en 1993, cuando el PP utilizó la guerra sucia de los servicios secretos españoles contra ETA como arma arrojadiza para apartar a Felipe González del poder. Ahí se volaron los puentes de comunicación entre PSOE y PP. Al estrenarse Zapatero, como líder de la oposición, hubo una etapa de distensión entre los dos grandes partidos, pero luego se volvió al duro antagonismo que ahora registra una de las etapas más virulentas, como dejó claro Pedro Sánchez al colocar al PP a la altura de Bildu en la política de alianzas. La consigna era muy excluyente, pero la práctica de los acuerdos después de las elecciones del 24 de mayo fue aún más descarnada, al votar los socialistas con los radicales para descabalgar al PP del gobierno de las instituciones.
POBLACIÓN
Metidos en el cuerpo a cuerpo partidista, el Gobierno central olvida sus obligaciones de actuar como instancia que procura el reequilibrio territorial y utiliza el BOE para hacer política de partido. En los presupuestos del Estado de 2016 el dinero va en busca del voto. El logro de este objetivo tiene dos consecuencias: las regiones poco pobladas pasan a quedar relegadas porque apenas hay escaños en juego; y los territorios políticamente desvertebrados tienen las de perder, porque el partido que ocupa el poder central no necesita hacer especiales esfuerzos presupuestarios para ser admitido por sus poblaciones: en las elecciones generales de fin de año, al PP le votarán los asturianos por la reactivación económica, sin sufrir penalizaciones por el abandono de El Musel o por inhibirse de construir la ronda Norte de Oviedo.
Reconozcamos que no estábamos acostumbrados al desdén del Estado, por más que hayan corrido caudalosos ríos de tinta lamentado el olvido en que tenía sumido Madrid a este rincón del Cantábrico. Aunque la serie temporal viene de muy atrás, me conformo con exponer que desde el año 1990 hasta 2010, en todos los presupuestos, no sólo recibía Asturias más recursos de los que le correspondían por población y aportación al PIB nacional, sino que era una de las comunidades autónomas que salía mejor parada en la comparación interregional. Esta política fue una constante con González, Aznar y Zapatero.
MINA
¿Qué tenía Asturias para obtener los beneficios de los que ahora carece? Hasta hace unos años, los gobiernos no jugaban de una forma tan sectaria con los presupuestos del Estado, aunque tampoco actuaban como figuras virginales. La gran diferencia es que en el caso de Asturias los presupuestos se nutrían de partidas para la minería y para subsanar el agravio de las infraestructuras de transporte. En el presente, apenas hay mineros y la autovía del Cantábrico recorre la región de Cantabria a Galicia. Con los fondos mineros pagaba el Gobierno central el peaje de la paz social. Nada ha sido más rentable para sacar recursos del Estado que las aristas conflictivas de los territorios. Asturias vivió del carbón mientras en España funcionaban sesenta centrales de ciclo combinado y los montes estaban coronados por molinos de viento.
¿Qué comunidades autónomas reciben más recursos en el proyecto de presupuestos del Estado para 2016? Andalucía, Galicia, Cataluña, Castilla y León y Madrid. Un conjunto de territorios definidos por su alta población o por su fidelidad al PP. Asturias no tiene ninguna de esas dos propiedades. Nuestra región sale muy mal parada en la distribución de recursos, como le ocurre a Murcia, Cantabria, Melilla, La Rioja o Canarias.
En el pasado mandato autonómico, el Principado optó por jugar la carta de la caballerosidad con el Gobierno central. No ha dado ningún fruto. Urge que el Gobierno asturiano y la Junta General del Principado entiendan que estamos en una nueva fase, que la profesionalización de la política está reñida con los gestos altruistas, y que para recuperar el apoyo del Estado necesitamos dotarnos de una estrategia diferente.
El primer paso pasa por entender que un territorio pequeño sólo puede sacar cabeza con una gran unidad interna. El ejemplo lo acaba de dar el Ayuntamiento de Gijón, con los seis grupos municipales firmando una declaración conjunta exigiendo inversión al Estado para construir la estación intermodal. En segundo lugar, es preciso hacer un gran esfuerzo por explicitar la problemática asturiana. En esa dirección, el único intento constatable es la petición de reducción del coste de la energía eléctrica para la industria (para lograrlo hay que mejorar mucho la puesta en escena). Por último, hay que hacer región. Sin seguir estos pasos, cada vez seremos más periféricos dentro el Estado democrático.