Los contactos para iniciar la negociación de la concertación social ya se han producido. El consejero del ramo, Francisco Blanco, ha dado cuenta de los mismos. Parece que hay buen ambiente y una cierta sintonía en los objetivos. ¿Adivinen en qué han puesto el énfasis todas las partes? Sí, han acertado: la industria.
Desde la crisis del petróleo el discurso de la clase política regional ha orbitado en torno a la industria. En los años ochenta el revulsivo político y social era la apuesta por la reindustrialización. En los años noventa, tras el escándalo del petromocho, los políticos dieron un rodeo para pedir mejores comunicaciones que nos trajeran la ubicación de industrias. A finales del siglo XX los fondos mineros estaban llamados a reindustrializar las cuencas, y todos los documentos estratégicos del siglo XXI giraron sobre la revitalización industrial de Asturias, aumentando las fuentes de energía y centrando los esfuerzos en sectores concretos, como el metal-mecánico, la gran esperanza asturiana.
Resultado: cuando se hablaba de reindustrializar Asturias había 130.000 puestos de trabajo en el sector industrial, y ahora, tras una larga serie de gobiernos de izquierda, pactos sociales, fondos europeos, inversiones públicas y un largo etcétera, debemos estar por los 55.000 empleos en el sector. El serial va a continuar.
EL RITO
La concertación social tiene un guion conocido, con las quejas de los sindicalistas, las de los empresarios (a veces son coincidentes) y la escenificación de la tensión con el Gobierno, para terminar en esa foto final del pacto, con caras sonrientes y las manos unidas haciendo montonera por Asturias. Quiero decir que a estas alturas todos sabemos que por encima de cualquier otra consideración la concertación social es un rito. Javier Fernández lo dice a su manera: forma parte del paisaje de la región.
El 1 de julio de 2007, PSOE e IU rompían las negociaciones para formar un gobierno de coalición. Javier Fernández, secretario general de la FSA, “encargó a Álvarez Areces que formara gobierno” (así fue dado a conocer a los medios, lo que dice mucho del anómalo sistema institucional asturiano). A los pocos días, Areces ya había iniciado la negociación del pacto social -Acuerdo para la Competitividad, el Empleo y el Bienestar de Asturias (ACEBA)-.
¿Qué sentido tenía llamar a los sindicatos y empresarios en pleno mes de julio? Muy sencillo, formar un bloque político-social (Gobierno socialista, Fade, UGT y CCOO) que protegiera al Gobierno de las tempestades que se podían levantar en la Junta General del Principado, ya que se encontraba en minoría parlamentaria.
Pero fundamentalmente el pacto social se revela en Asturias como una necesidad de todo gobierno en minoría para el momento cumbre de la negociación de los presupuestos. Califico de cumbre o cima parlamentaria la negociación de los presupuestos, porque la Junta General del Principado se ha acostumbrado a ser una Cámara de perfil bajo, de forma que en el caso de que a lo largo del año no se aprueben leyes ni haya debates parlamentarios de altura, nadie va a notar su ausencia. A los gobiernos socialistas sólo les ha preocupado evitar el rechazo de las cuentas anuales, porque supone la erosión de su imagen ante la opinión pública.
GOBIERNO EN MINORÍA
El pacto social cobra una especial importancia en legislaturas como la actual, con un Gobierno apoyado en 14 escaños, que sólo ha conseguido la alianza con IU para la investidura. Una entente que también es minoritaria en la Cámara. De ahí las generosas manifestaciones de Javier Fernández alabando el papel de las dos grandes centrales sindicales (UGT y CCOO) cuando nadie las atacaba ni habían hecho nada especial para merecer el halago. ¿Qué papel pueden jugar los agentes sociales cuándo se discutan los presupuestos?
Los sindicatos pedirán públicamente que se aprueben los presupuestos, presionando a los partidos políticos, porque los acuerdos de la concertación no pasan de ser papel mojado si no tienen reflejo en las cuentas aprobadas por el Parlamento.
El teatro de la concertación no aporta nada a la región, porque el gasto social, las inversiones o los planes de empleo se discuten y aprueban entre gobierno y oposición. En ese aspecto Asturias no se distingue nada de otras regiones. Ahora bien, la concertación sí aporta ventajas para los firmantes del acuerdo. El Gobierno, como ya quedó dicho, tiene unos socios que presionarán a los partidos de oposición; los agentes sociales aparecen identificados con los intereses generales, lo que les da una áurea de respetabilidad y seriedad que les viene muy bien en esta etapa de desprestigio.
Francisco Blanco ha declarado que Gobierno, patronal y sindicatos coinciden en la necesidad de mantener un pacto que ha tenido “ventajas históricas para esta región”. ¿Alguien podría decirnos un beneficio concreto que nos haya aportado la concertación? Francisco Blanco habla de vertebrar un nuevo pacto en torno a tres ejes: promoción económica, creación de empleo y cohesión social.
Década tras década, manoseando las mismas palabras.