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Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL SARAMPIÓN DE PABLO IGLESIAS

Con su partido en el punto más bajo de los sondeos demoscópicos, Pablo Iglesias decidió no asistir a la recepción que ofrece el Rey con motivo de la Fiesta Nacional de España. La postura ha recibido diversas críticas, entre ellas la del ministro del Interior, que relaciona el proceder del secretario general de Podemos con su perfil de “dirigente antisistema”. Para defenderse de los ataques, Pablo Iglesias ensayó una explicación metafísica, preguntándose si su presencia en la recepción “iba a ayudar a España”; al constatar que no tendría ese efecto benéfico, decidió quedar al margen para “seguir trabajando”. Como se puede ver, no asiste a la cita protocolaria, pero tampoco abandona los juegos de salón.

La asistencia a los actos del también llamado Día de la Hispanidad siempre reflejó los problemas de identidad que arrastramos en España. Los dirigentes de partidos nacionalistas (PNV, CiU) fueron pioneros en buscar razones para no acudir al acto. La alusión a la fiesta nacional (el 12 de octubre no se puede disfrazar la realidad bajo el ropaje de “fiesta estatal”) y el desfile de las Fuerzas Armadas en Madrid, constituyeron para los nacionalistas una mezcla demasiado indigesta, y por eso echaron mano de excusas. En los últimos años, inexplicablemente, algunos presidentes autonómicos de regiones que no tienen ningún conflicto con la existencia de la nación española, también se sumaron a la moda de quedarse en casa, lo que refleja hasta qué punto nuestra clase política practica el artificio de considerarse comprometida con la democracia, pero no con España. Digo que es un artificio porque los principios democráticos no se ejercen en abstracto, sino en un territorio concreto y dentro de una comunidad que llegó hasta el presente a través de una suma de vicisitudes, hitos, gestas, relatos, etcétera, que definen nuestra existencia.

La crisis de identidad nacional siempre un elemento importante en la izquierda. Partidos perseguidos por la dictadura de Franco tuvieron que hacer un especial esfuerzo por reconciliarse con una nación que les negó un sitio en ella. El mérito de figuras como Santiago Carrillo o Felipe González fue suturar esa rotura política, histórica y anímica, entre la izquierda y la nación. La Constitución es el fruto de ese trabajo. Pablo Iglesias, joven y recién ingresado en el staff (¿casta?) de la política española, sufre el sarampión de rechazar la Fiesta Nacional.

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por JUAN NEIRA

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