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Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL FRACASO DE LOS AUGURES

Realizar prospecciones en política es harto dificultoso. ¿Quién imaginaba en la primavera de 1991 que antes de terminar el año se desintegraría la URSS dando paso a quince nuevas naciones? Nadie supo preverlo, ningún profeta nos avisó del fin del comunismo en la patria de Lenin. El FMI, el Banco Mundial, la OTAN, la UE, la OCDE, la Trilateral y los gobiernos del primer mundo hubieran dado cualquier cosa por saber que Gorbachov iba a dimitir y que Yeltsin sería el nuevo hombre fuerte del pedazo más grande (Rusia) en que se rompería el jarrón de la URSS. Lo mismo podríamos decir sobre el fin del Muro de Berlín, el estallido de las primaveras árabes o la aparición del monstruoso Estado Islámico. Todos ciegos ante las novedades del futuro.
Igual ocurre con la política española. ¿Alguien pudo imaginar al empezar la actual legislatura que el final del mandato de Rajoy se iba a producir entre la insumisión colectiva del nacionalismo catalán y las grietas del Partido Popular?
LOS DOS GRANDES
Más extrañeza hubiera producido anticipar ese resultado si lo complementamos con otros dos datos: Rajoy gozó de la segunda mayoría parlamentaria más amplia en el Congreso de los Diputados, en los 38 años que llevamos de democracia; y las convulsiones al término del mandato se producen en paralelo al repunte económico, cuando España es la nación de la UE que crea más empleo y que tiene un mayor crecimiento del PIB.
Recuerdo una larga conversación, en el verano de 2012, con un exconsejero de Javier Fernández. Tras la huelga general contra la reforma laboral, la quiebra de Bankia y el rescate europeo de la banca, el panorama se había vuelto negro, y él me dijo que Rajoy podría salir airoso si la economía repuntaba antes de acabar el mandato. La premisa se cumplió, pero está por ver el futuro de Rajoy y de su partido en las urnas.
El catalanismo se ha echado al monte. Ha realizado una valoración de los resultados electorales que contradice las reglas de la aritmética, y falta un cuarto de hora para que desoigan a los jueces. Muy pronto va a comprobar Rajoy que poner sobre las togas la responsabilidad de deshacer los entuertos políticos es una quimera.
La unidad del Partido Popular es una ficción, por más que se organicen actos colectivos de obligada presencia. Cada uno busca una salida, como ocurre en los incendios. Ambos hechos –el motín del independentismo y las grietas en el Gobierno del PP y en el partido- tienen un origen común: la ausencia de autoridad y liderazgo. La mayoría absoluta del PP no hizo política y por eso el nacionalismo catalán lleva tres años con la iniciativa en sus manos. Mas suma adhesiones y Rajoy despierta dudas.
La alternativa es Zapatero. El fichaje de Irene Lozano lleva la marca del supervisor de nubes. El mismo culto a la imagen, la misma forma de entender la política, el mismo gusto por las sorpresas (¡aquella negociación del Estatut con Mas, en Moncloa, a las espaldas del presidente Maragall!). La nada como materia política.
Estamos abocados a escoger entre la pasividad de un candidato y la frivolidad del otro. Ya sé que en estos comicios Ciudadanos y Podemos no van de comparsas, así que aumentan las probabilidades de las políticas transversales, como la guerra ganada al humo en los locales cerrados. El exceso de déficit público o la carestía de la energía no serán asuntos prioritarios.
Empezaba diciendo que el futuro no se puede adivinar, y en el caso español es una ventaja. Si el previsible desastre no se cumple saldremos ganando.
ASTURIAS
No soy más optimista en Asturias. La distribución de escaños propicia una legislatura generosa en declaraciones y pobre en realizaciones. El curso político avanza movido por la inercia que deja marcas en el calendario. Ahora tocan presupuesto y concertación. Luego, Navidad.
En medio de la rutina, surgió una agradable sorpresa con la primera propuesta de reducción de la Administración que no consiste en cambiar el rótulo fusionando entes y manteniendo plantillas y gastos corrientes, sino en la supresión del Consejo Económico y Social (CES) que absorbe 750.000 euros cada año. PP, Podemos, Foro y Ciudadanos han dado el primer paso, a ver si el Parlamento coge carrerilla y hace la necesaria poda de los entes periféricos de la Administración Autonómica que son la causa de los gravosos impuestos, la escasez de inversión productiva y el empobrecimiento de los servicios públicos. Primera oportunidad para aprobar la asignatura suspendida en la anterior legislatura.
Lo más instructivo es ver el juego de “la contra”. Ovidio Zapico (IU) dijo que se trata de un intento de “cargarse un pilar del Estado democrático”. Desconocía que nuestra democracia se apoyara en piezas tan endebles. PSOE y IU acusaron a la oposición de “eliminar un órgano de participación democrática”. Qué ampulosas palabras para justificar un gasto de 3 millones de euros por mandato. Fade, CCOO y UGT, miembros natos del citado órgano de participación democrática, pidieron la amnistía para el CES. La terna de los agentes económicos y sociales no quiere que le quiten el juguete.
La escaramuza del CES es una anécdota reveladora de las resistencias que hay en las instituciones asturianas para introducir reformas. Nos atrevemos a enmendar a Lampedusa: si queremos que todo siga como está, es necesario que nada cambie.

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por JUAN NEIRA

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