Sigue la marejada interna en el PP. Desde Faes se insiste en la necesidad de rectificar el rumbo político, idea ya expuesta por Aznar hace un par de semanas. La dirección del PP maniobra para consolidar el liderazgo de Rajoy, una operación que se compatibiliza con la formación de las listas electorales para colocar a los fieles en puestos de salida; no es esta una tarea fácil, ya que pueden perder varias docenas de escaños, lo que obliga a rehacer las candidaturas. Las informaciones que llegan del PP permiten dibujar un partido a la defensiva, más preocupado en salvar los muebles que en reafirmarse en el Gobierno. Para cambiar esta dinámica hace falta despejar las dudas sobre el líder. De los cinco principales partidos (PP, PSOE, IU, Ciudadanos y Podemos) que competirán en las urnas, el único que cuestiona al candidato a la Presidencia es el PP. Una auténtica paradoja: el estatus de presidente no le sirve a Rajoy para optar a un segundo mandato. El silencio del presidente y el fallido intento por hacer girar toda la política nacional en torno a la recuperación económica han provocado la desconfianza en el partido. Corren el peligro de que las dudas en el partido se trasladen con mayor o menor intensidad a la sociedad.
En Asturias, Mercedes Fernández prevé la repetición de los resultados de las anteriores elecciones -20 de noviembre de 2011-, cuando el PP obtuvo tres diputados y tres senadores. Si el pronóstico se convierte en realidad, la dirección asturiana del PP puede hacer la ola ya que significaría un éxito indiscutible. Cuatro años más tarde el contexto es radicalmente distinto. En el otoño de 2011, Rajoy era la alternativa de poder a un gobierno socialista moribundo, con Zapatero gastando los “minutos basura” de todo presidente que no repite, y Rubalcaba intentaba alzarse con el triunfo cuando era un político amortizado. La victoria del PP estaba cantada. Ahora, Rajoy es el único líder español del siglo XX que trata de dar la batalla en el siglo XXI. Se enfrenta a cuatro rivales (Sánchez, Rivera, Iglesias, Garzón) que son veinte o veinticinco años más jóvenes que él, que no tienen nada que ver con la corrupción, que hablan el inglés que él ignora, y que tienen una mayor afinidad entre ellos que con el PP. A todo ello hay que sumar los agujeros asturianos: el desastre del PP de Gijón, que tiene opciones de ver anulado por segunda vez su último congreso, el erial de las cuencas y la pérdida de Oviedo.