El pacto del PP y Foro para formar una candidatura electoral conjunta ha sido el asunto de la semana. Si bien hay que reconocer que algún día estuvo la cuestión tapada por la parrillada de mariscos de Iglesias Caunedo y Joaquín Fernández, un tema que da para pensar a la juez que instruye el “caso Pokemon”, con más de un centenar de imputados colgando del sumario. Se mire por donde se mire, esta fue la semana de la derecha.
El primer gran éxito de la alianza PP-Foro fue la reacción de Pedro Sánchez que dedicó una larga reflexión a la entente. El acuerdo adquiere así dimensión nacional, sin dejar de tener coordenadas asturianas. Empecemos por la visión más general.
Pedro Sánchez inició su perorata con una valoración: “lo que hizo Rajoy es muy grave”. El secretario general del PSOE realizó una lectura muy aguda del acuerdo, al afirmar que se trata del “pacto de la Gürtel y de la vergüenza”. Para el líder de la oposición, la alianza evidencia que “Rajoy no quiere regenerar la vida democrática”. ¿Qué se esconde detrás de juicios tan hiperbólicos?
Para contestar a este interrogante lo primero que hay que decir es que aunque Pedro Sánchez maneja mucha información de calidad, como corresponde al líder de la oposición, sus opiniones propenden a asemejarse a las de un cuadro medio del partido, así que sus valoraciones tienen un gran interés porque reflejan el núcleo de pensamiento de un gran sector de la población que se identifica con la izquierda.
DESCALIFICACIÓN
A Sánchez le parece que Rajoy hizo algo grave, porque cualquier pacto político que se haga desde la derecha es malo por definición, como cualquier acuerdo de la izquierda es prueba de tolerancia y pluralismo. La entente de la izquierda es progresista y la de la derecha es reaccionaria.
En el imaginario colectivo de la izquierda española, las alianzas de los partidos de derechas son una provocación y un peligro, justo lo contrario de lo que ocurre cuando son las organizaciones de izquierda las que se ponen de acuerdo. Estas asociaciones básicas tienen una enorme importancia y muestran hasta qué punto la hegemonía en el terreno de las ideas corresponde a la izquierda, aunque la derecha pueda gobernar en distintas coyunturas.
Si miramos hacia atrás nos encontramos con que el partido de gobierno de la derecha, que es el PP, tuvo siempre enormes dificultades para encontrar aliados, mientras el PSOE pudo entenderse sin dificultades con IU, los partidos nacionalistas y los ecologistas.
La dificultad del PP para relacionarse tuvo su momento álgido en la época del pacto del Tinell, cuando los progresistas catalanes se conjuraron para no aliarse con el PP. Los nacionalistas llegaron a ir al notario para solemnizar su compromiso de no infectarse con un aliado tan apestoso.
Como nuestro sistema electoral es proporcional en la asignación de escaños, dando visibilidad a las minorías, estigmatizar al principal partido de la derecha es una baza de poder valiosísima, porque de no obtener mayoría absoluta en las urnas, corre el riesgo de quedarse en minoría. A punto estuvo de sufrir ese infortunio Aznar, en 1996, cuando tuvo que someterse a un examen de cultura política, con Jordi Pujol de evaluador (está en las hemerotecas: Pujol dijo repetidamente que antes de hablar de pactos con Aznar, necesitaba tener una larga conversación para ver si el líder del PP daba la talla de gobernante).
Por todo ello, es probable que Sánchez vuelva a sacar a relucir a Cascos en la campaña electoral para invalidar a Rajoy como presidente democrático. Es un puro prejuicio, pero funciona, porque el estereotipo está muy afincado en la población.
LOS DOS SOCIOS
Desde una perspectiva asturiana, la alianza de la derecha va a ser blanco de ataques de las candidaturas de la izquierda. Sin descartar la fuerza que tiene la izquierda para expender certificados de legitimidad, el problema de la candidatura del PP y Foro reside más en la vulnerabilidad de las partes que la componen que en la campaña de descrédito a la que la sometan sus rivales.
En el caso del PP, las revelaciones de la trama del agua dejan a sus principales referencias municipales a la altura del barro. Dejando al margen la hipotética punibilidad de sus actuaciones, las conductas que despuntan descalifica a sus protagonistas para ejercer tareas de representación en las instituciones democráticas. Es una cuestión de ética y de estética.
A ese problema se suma el bajo perfil de los diputados del PP en Madrid, que parecen más anónimos alumnos de un máster en la capital que defensores de los intereses de los asturianos en el Parlamento.
Por las declaraciones de Cristina Coto, la disposición de Foro tampoco es la correcta. No se puede ir en una coalición electoral marcando la diferencia, preocupados por no quedar integrados en el PP. A la postre el esfuerzo se revelará inútil, porque las fusiones de los partidos las hacen los electores con el trasvase de votos. Si Foro hubiera mantenido la docena de escaños en la Junta General del Principado no se hubiera planteado la alianza electoral. Una vez en ella, no se debe trasladar el mensaje de ir incrustados en lista ajena. Ya pueden hacer ejercicios domésticos, con gritos de “Rajoy, presidente”, para no desentonar en la campaña.