La declaración de Hollande calificando los atentados de París de acto de guerra del Estado Islámico es un completo acierto. La matanza parisina llega unos días después del derribo de un avión civil ruso, con 224 personas a bordo, cuya autoría fue reivindicada por el Estado Islámico para castigar la intervención rusa en la guerra de Siria. Tras una campaña de terribles asesinatos, degollando a rehenes o quemándolos vivos, llegan los grandes atentados. Entre una y otra demostración, se adueñaron de extensas zonas de Siria e Irak, internándose en otros países, como Libia o Túnez. Frenar una amenaza así con medios limitados o, no digamos ya, con la mano tendida del diálogo, es pura demagogia irresponsable. Hay que actuar sin complejos, a sabiendas de que el combate será largo, y con la suficiente inteligencia como para distinguir entre la banda del terror y millones de musulmanes que viven en la Unión Europea como cualquier otro ciudadano. Ni todos los vascos eran de ETA ni todos los seguidores del Corán bruñen el cañón de un fusil. La amenaza es muy grave y más para un país como España, frontera de culturas, reivindicado por el terrorismo islamista como territorio propio (Al Andalus). Ya tuvimos el 11-M, pero la tragedia puede repetirse si olvidamos las enseñanzas aprendidas.

El pacto antiyihadista (estudio de penas, lucha contra los sistemas de captación y adiestramiento, abordaje de la problemática de los llamados “lobos solitarios”, etcétera), firmado por PP y PSOE el pasado invierno, es un instrumento útil. Albert Rivera tuvo los suficientes reflejos para pedir la incorporación de Ciudadanos al mismo a las pocas horas de producirse los atentados de París. No se puede decir lo mismo de Pablo Iglesias, que tuvo una intervención desafortunadísima, reveladora de prejuicios y tics ideológicos que descalifican a un aspirante a la Presidencia del Gobierno. Discrepó del pacto al considerar que la presente coyuntura demanda reivindicar la fortaleza de “nuestros valores”; el líder de Podemos dijo que “no toca hablar de venganza.” Toca hablar de seguridad, señor mío, y la forma de prevenir macroatentados yihadistas en nuestra patria pasa por el trabajo el eficaz de las fuerzas de seguridad y también por atacar las bases de los terroristas. Cuando todavía está la sangre fresca en el asfalto los discursos buenistas resultan indignantes. Cuidado con los indignados, don Pablo.