Hace un año, en la negociación presupuestaria del PSOE y PP, el asunto estrella fue la modificación tributaria. Entonces el PP pedía bajar los impuestos y logró una leve rebaja en el IRPF. Ahora, la negociación de las cuentas tiene lugar entre PSOE e IU, y el grupo de Llamazares exige ahondar en la fiscalidad medioambiental, bien sea con tributos sobre emisiones industriales, con tasas sobre bolsas de plástico, o gravando los residuos industriales peligrosos. El PP pedía bajar impuestos e IU quiere subirlos: el PSOE se adapta a todo.
El gasto social (más de dos terceras partes del presupuesto) no origina grandes discusiones, porque es muy difícil aumentarlo y ya es tarde para rebajarlo, ya que toda partida que se repite tres años seguidos en las cuentas se vuelve rígida a la baja. Hace falta un gobierno apoyado en un grupo parlamentario numeroso para poder resistir las críticas a cualquier recorte. Ni el Gobierno socialista está en esa situación ni se vislumbra una mayoría estable en la Junta General del Principado, así que cualquier cosa menos chocar con grupos sociales que se benefician del presupuesto. Aquí toca remar y las aves avisarán cuando esté cerca la costa.
El Gobierno está dispuesto a transigir con las peticiones fiscales de IU. Le gusta más la tasa sobre la bolsa de plástico que el tributo sobre emisiones industriales. Como el mercado siempre va por delante del sector público, hay superficies comerciales que ya cobran dos céntimos por bolsa. Si al final la tasa es de dos céntimos, por poner un ejemplo, nos pasarán a cobrar cuatro céntimos, así que una mujer con pensión de viudedad de 480,30 euros, soportará la fiscalidad progresista de la izquierda. Llegados a este punto, el PSOE tantea la disponibilidad de Podemos a aceptar los nuevos impuestos medioambientales, para tratar de llevarle al redil del consenso de izquierdas: PSOE-IU-PODEMOS unidos por la fiscalidad verde. En principio, Podemos se muestra reacio. Los diputados de este grupo quieren una reforma fiscal amplia (en la negociación presupuestaria no hay sitio para ella) que suponga subir los impuestos para ricos y bajarlos para pobres. A ver si algún tratadista le da por llamarla “la fiscalidad ética”. Le toca a Javier Fernández, por edad y por lecturas, explicar en la Cámara que la política presupuestaria de izquierdas se concreta en el gasto, mientras que los impuestos deben ser eficaces. Que no es poco.