Las campañas electorales no son para convencer de la bondad de los programas, porque están redactados en clave publicitaria y todo el mundo sabe que los gobiernos no se guían por encíclicas de partido. Los programas carecen de utilidad para buscar la solución a los problemas. La realidad es compleja y los programas partidarios son simples. Tienen, como mucho, una utilidad propagandística, consistente en difundir una frase feliz o engañar a incautos con objetivos imposibles: consolidar el Estado del Bienestar, con trabajo estable para los jóvenes y pensiones dignas para los mayores. No son recurribles ante los Tribunales porque están eximidos del compromiso contractual con los electores.
Descartados los programas, les queda a las campañas centrarse en los rivales. Todo lo que huela a competición anima al público. Si la contienda tiene reglas laxas y admite golpes bajos redobla el interés popular. El momento cumbre sucede cuando uno o varios canales de televisión logran encerrar en un plató a los principales contendientes para que hagan esgrima dialéctica ante millones de espectadores. Es el único trance pautado por normas rígidas para que el enfrentamiento se dirima a primera sangre, ya que en caso contrario podría haber muertos. Resumo: las campañas son para gritar, atacar, descalificar, insultar, zaherir, mentir y ganar. O perder.
Nada más anunciarse la formación de una lista electoral conjunta, PP-Foro, los dirigentes del PSOE vertieron duras descalificaciones sobre ella. Unas críticas desmesuradas que no se apoyaban en datos objetivables. Puro desahogo, basado en la animadversión personal, que en el caso asturiano resulta un poco hipócrita, porque el Gobierno socialista subsanó sus carencias parlamentarias en el anterior mandato gracias a la inestimable ayuda del PP. El único argumento real para concentrar tantos ataques es la amenaza electoral que supone la reunificación de la derecha regional. A falta de ideas, las estrategias políticas siguen la brújula de las encuestas. El PSOE cree que la suma del PP y Foro le puede arañar más escaños que las candidaturas emergentes de Podemos y Ciudadanos, y de ahí las diatribas. No está nada claro cómo va a ser la campaña de PP y Foro, así que los ataques socialistas pueden pecar de precipitación. Atacar a Cascos, cuando no es candidato ni va compartir tribuna con el PP, es lo mismo que dar estocadas al vacío. Habrá sorpresas.