La sesión de preguntas al presidente del Gobierno se convirtió en un intenso ejercicio electoral. Cristina Coto tomó la palabra para hablar de las listas de espera en la sanidad y Javier Fernández sacó la artillería contra la lista electoral PP-Foro. Pasarán los comicios y la gente seguirá haciendo cola ante el médico especialista de turno. No creo que haya un reclamo mayor para la sanidad privada, con sus mutuas, que el atasco de la pública, con las interminables esperas para ser atendido. Y eso que tenemos la mejor sanidad del mundo: qué pasaría si fuéramos un país del montón.
El principal rifirrafe tuvo lugar entre Javier Fernández y Emilio León. El portavoz de Podemos venía motivado con la declaración de Guillermo Martínez, consejero de la Presidencia, en la que encontraba coincidencias en los planteamientos presupuestarios de ambos partidos. Emilio León negó que se destinaran 2.800 millones para el gasto social, despotricó contra un proyecto que asume las premisas fiscales impuestas hace un año por Mercedes Fernández para pactar con el Gobierno socialista, y dijo que era necesario reconvertir políticas y luchar contra la corrupción: “no bastan cuatro cambios cosméticos.” Emilio León se llevó el premio a la frase más ingeniosa del debate: “los pardillos nos estamos esforzando para echar a los sinvergüenzas”. La inspiración fue cosa de Fernando Lastra, que un día los trató con desdén, calificándolos de “pardillos”. Lastra ejerce el papel de veterano en el colegio mayor con chanzas hacia los novatos. El tiempo pasa y toca recoger lo que se sembró.
Como todo el mundo tiene puntos débiles, Javier Fernández le echó en cara al portavoz de Podemos el cambio de los iniciales planteamientos radicales (“impago de la deuda, nacionalizar sectores estratégicos, salirse de la OTAN”) por el tranquilo reformismo socialdemócrata. Este asunto no es retórico. A mí entender, en ese salto del discurso profético a la calculada ambigüedad de las propuestas actuales se encuentra la razón principal de la caída en la intención de voto de Podemos. Para ser justos, digamos que la crítica del presidente del Principado se ajusta mucho más al proceder de Pablo Iglesias o Íñigo Errejón, que a León o Ripa. En Asturias o en Andalucía todavía está visible la impronta iconoclasta del originario Podemos. Entre gruesas diatribas se consumieron los minutos basura del último pleno antes de las elecciones.