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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LÍDERES EN PELIGRO

De la batalla electoral interesa conocer, por encima de todo, el partido ganador. En el caso de que el resultado de las urnas se preste a interpretaciones, el interés por saber se concentrará en el pacto que dará paso al nuevo gobierno. El resto de asuntos son secundarios.
En todas las encuestas aparece el Partido Popular como el grupo más votado, pero el resultado lejos de ser unívoco da pie a un amplio abanico de combinaciones: gobierno de mayoría simple del PP o un gobierno del PP con Ciudadanos (C´s) de socio; gobierno “a la portuguesa” de PSOE-Podemos-IU; gobierno de frente amplio anti-PP; gobierno de C’s con apoyo de otros partidos, para llegar finalmente a las dos alternativas que están ocultas, el gobierno del PP, pero sin ser Rajoy el presidente, también llamado “gobierno de Soraya” (mañana inicia su campaña), y gran coalición PP-PSOE, si la situación catalana derivara en emergencia nacional. El panorama está muy abierto.
PEDRO SÁNCHEZ
Las estrategias para alcanzar el poder se empiezan a labrar en la campaña electoral. El primero en moverse ha sido Pedro Sánchez. Una vez conocida la encuesta del CIS se ha ofrecido a liderar un gobierno de amplio espectro, en el que caben todos, hasta los independentistas de Mas (sólo les pone como condición que quieran participar y no se limiten a trabajar en pos de la desconexión con España).
Es una nueva versión de aquel pacto del Tinell que aupó a Maragall a la Presidencia de la Generalitat, pese a haber perdido las elecciones. Pedro Sánchez concretará la oferta siempre que obtenga un voto más que el PP. Una condición que no tendrá en consideración si puede armar una coalición que supere en escaños al PP, con independencia del número de votos que saquen socialistas y populares.
La campaña gira en torno a los líderes, de forma más acusada que en anteriores ocasiones. Hay partidos de autor, como Podemos o Ciudadanos, donde los candidatos a la Presidencia (Pablo Iglesias y Albert Rivera) son los grandes activos de la oferta electoral. Los socialistas, pese al culto que le profesan a su partido, han aceptado plantear la campaña con las mayúsculas de Pedro Sánchez y las siglas de la organización empequeñecidas. IU, con un líder discreto y no excesivamente conocido, aparece como un guerrero frente a las fuerzas del sistema. Toda la vida hablando de equipos, de proyectos colectivos, y a la hora de la verdad la cosa va de solistas. El déficit de liderazgo que tiene España –y la Unión Europea- se compensa dando rango de estadistas a los ganadores de primarias. O ni siquiera.
Planteada así la contienda, los jefes se juegan mucho en las urnas. Rajoy oscila entre mantenerse en el cargo o quedar jubilado. No hay término medio. Rajoy no va a volver a ser líder de la oposición. En caso de perder el Gobierno se sentaría provisionalmente en el escaño de diputado hasta que los órganos del partido eligieran sucesor.
Pedro Sánchez no puede salir con las manos vacías del envite. O gana las elecciones o gobierna en coalición. Perder en las urnas y volver a calentar el escaño del pasado mandato conllevaría la puesta en marcha de la operación relevo. Susana Díaz abriría el turno de hostilidades. El PSOE es el partido más disciplinado de España; tienen un gran sentido de la jerarquía y todos siguen al macho alfa siempre y cuando demuestre capacidad para salir victorioso de las batallas. Si quedan por debajo de cien escaños y a más de treinta diputados de distancia del PP, Pedro Sánchez tendrá que coaligarse hasta con el mismísimo Lucifer, porque en caso contrario seguirá el mismo destino que Joaquín Almunia o Alfredo Pérez Rubalcaba.
En situación opuesta se encuentra Albert Rivera. Liderar un grupo de varias decenas de diputados sería un triunfo. Estaría en una posición magnífica para jugar un papel estratégico en el mandato y extender y afianzar la organización de C’s.
PABLO IGLESIAS
Pablo Iglesias está en una posición intermedia: ni obligado a ganar como Rajoy o Sánchez ni con el margen amplio de Albert Rivera para liderar el partido desde la oposición. Hace diez meses, cuando convocó Podemos una masiva manifestación por las calles de Madrid, con mitin incluido en la Puerta del Sol, Pablo Iglesias era un presidente en la sombra. Las distintas elecciones celebradas desde entonces (andaluzas, autonómicas, municipales y catalanas) han rebajado mucho las expectativas.
Pablo Iglesias puso muy alto el listón del partido, y aún hoy juega con el señuelo de ser el próximo presidente de gobierno (habla de Errejón como vicepresidente y Julio Rodríguez como ministro de Defensa). Si se cumplen los pronósticos de las encuestas (lo colocan como cuarto partido) tendrá que moverse con habilidad para no suscitar la reacción interna.
Alberto Garzón reencarna el mismo drama que atormentó a Cayo Lara y, antes, a Gaspar Llamares: en cada convocatoria a las urnas se juegan la existencia del partido. Cuando Podemos estaba en la cresta de la ola, en IU cometieron el error de cuestionar sus propias siglas, y ahora han optado por la dudosa estrategia de la radicalización extrema. Sería una pena que tiraran por la borda el capital político de 29 años de actuación pública, con luces y sombras, pero más honrada que la de alguna de las grandes formaciones.
Las variadas alternativas de gobierno y la apuesta personal de los cinco líderes hacen de esta campaña electoral la más disputada desde la transición.

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por JUAN NEIRA

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